Para la mayor parte de los hombres que participan en la política, la equidad y la paridad en el acceso a los espacios por razones de género no es un derecho, sino una concesión. Desde ahí parten para tomar las decisiones, para regatear siempre que pueden y, cuando ya no les es posible, buscar por dónde dar la vuelta a la ley.
Por eso, la resolución que este fin de semana emitió el Tribunal Electoral del Estado de Jalisco, revocando de manera parcial el acuerdo que había tomado el Instituto Electoral y de Participación Ciudadana, sobre los lineamientos para garantizar el principio de paridad de género en las candidaturas a munícipes, es muy importante desde diferentes ángulos.
El primero de ellos, el que tiene que ver con la conquista de derechos y que éstos no puedan revertirse, sin importar quién lo ordene. El Instituto Electoral es un árbitro que, como otros organismos de membrete autónomo, dependen económicamente del Poder Ejecutivo, por lo que sus decisiones algunas veces tienen una revisión previa; la resolución que había emitido parecía tener esa característica.
Por ello, es muy importante que el Tribunal Electoral no permitiera que se violara la progresividad de un derecho de participación ciudadana, como es el acceso a las candidaturas.
La resolución también es importante porque lleva a los actores políticos a dejar de caminar por un lado en el discurso y por otro en los hechos. En corto, he escuchado a muchísimos políticos hablar de las dificultades para tener buenos perfiles de mujeres en las candidaturas, que éstas quieran participar o que sus esposos o parejas les permitan hacerlo, muchas veces con el argumento de la inseguridad. Pero las dificultades para alcanzar buenos perfiles también aplican a las candidaturas que se destinan a los hombres y, tal vez, en mayor grado.
Finalmente, permitió a muchas mujeres dedicadas a la vida partidista darse cuenta que sus compañeros no son tan feministas como ellas pensaban y que siguen creyendo que los lugares que tienen los obtuvieron porque la ley los obliga y no porque tengan las condiciones y capacidad para ocuparlos. Fue, de alguna manera, un “amiga, date cuenta”.