“¿Qué valen las leyes si no se apoyan en las costumbres?”.
Horacio, Odas, III
Vivimos confundidos: no existe algo parecido al derecho al automóvil, sino el derecho a la movilidad. Claro que cualquier persona, si posee los recursos necesarios, tiene derecho a adquirir legítimamente un automóvil, pero eso es el efecto, el ejercicio de un derecho de propiedad, de una libertad económica, y no es equivalente a cosas como el derecho a la vivienda, a la educación o la salud. Meridian escribió un artículo sobre este tema en su sitio. Los derechos son universales y exigibles. Los bienes no esenciales, como un auto, no.
Con base en el derecho a la movilidad, la autoridad establece la prioridad del sistema de transportación colectivo, que es más eficiente en mover cientos de miles de personas al día a costos económicos y ambientales significativamente más reducidos. Eso se traduce, en los hechos, quitar espacio al automóvil particular, o liberar los costos de estacionamientos privados, o establecer límites a su movilidad en tiempo, e incluso, en cobrar derechos por acceder a ciertos espacios públicos. El espacio no es reproducible ad nauseam. Si el automóvil fuera un derecho, no habría alternativa sino seguir haciendo lo que en Guadalajara hicimos por décadas: millones y millones de pesos a pasos a desnivel, a anchas avenidas, a segundos pisos, a que todo el espacio público sea una pista para que alguien la use para su auto. Y aunque lo hicimos, fue un error: la tasa de motorización de Guadalajara es la más alta de México, junto con Monterrey. La salud ambiental ha disminuido. El tiempo de ejercicio del derecho a la movilidad se ha dilatado, y todos, los usuarios de auto, los de transporte público, los de bicicleta y los de a pie, perdimos.
Me estremecen los datos que manejan algunos defensores del automóvil cuando buscan desmentir lo que todos los organismos internacionales y nacionales señalan: afirman que las emisiones del vehículo particular no provocan muertes por contaminación. Que su impacto sobre la atmósfera es poco significativo. Una fake news en una época de ideas claras sobre lo público y privado sería mal menor. Pero hoy, el relativismo y el falso pensamiento crítico (aquel que, a pretexto de la duda, va más lejos que el cartesianismo: incluso duda que duda) hacen que eso sea fuego. La duda juega contra los intereses públicos. Y estos son dos, muy básicos: que nos podamos mover lo más eficientemente posible, y que no nos enfermemos por la contaminación de la atmósfera.
¿Por qué son tan contaminantes los autos? “Conducir un vehículo de pasajeros privado es quizás la actividad diaria más contaminante que el ciudadano común realiza y, a diferencia de las chimeneas industriales, es prácticamente imposible medir las emisiones de cada uno de los vehículos que circulan en una zona determinada…”, señala la Guía metodológica para la estimación de emisiones vehiculares en ciudades mexicanas, Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático.
“Los vehículos automotores propulsados por motores de combustión interna producen, en general, tres tipos de emisiones de gases contaminantes: a) emisiones evaporativas y b) emisiones por el tubo de escape, así como c) emisiones de partículas por el desgaste tanto de los frenos como de las llantas. Si la combustión de un motor fuera perfecta, el oxígeno en el aire convertiría todo el hidrógeno del combustible en agua y todo el carbono en dióxido de carbono. En la realidad, el proceso de combustión no es perfecto y, en consecuencia, los motores de los automóviles emiten varios tipos de contaminantes”, agrega.

“Por el tubo de escape: hidrocarburos, monóxido de carbono, óxidos de nitrógeno partículas, bióxido de carbono, bióxido de azufre, plomo (sólo en el caso de gasolinas con plomo), amoniaco y metano. Emisiones evaporativas: hidrocarburos. La contribución de las emisiones de los vehículos automotores en México a las emisiones totales a nivel nacional es considerable. De acuerdo con el primer Inventario Nacional de Emisiones de México, 1999, los vehículos automotores contribuyeron con el 31 por ciento de las emisión de óxidos de nitrógeno, 62 por ciento de monóxido de carbono y 22 por ciento de las emisiones totales estimadas de compuestos orgánicos volátiles. Al mismo tiempo son una fuente importante de emisión de partículas y sobre todo de las partículas más finas, y aunque las emisiones son menores que las de otros contaminantes, sus impactos en la salud son mayores”.
En números: 14,220 muertes asociadas a la mala calidad del aire se registran en las tres principales zonas metropolitanas del país: México, Guadalajara y Monterrey, según datos de la Organización Mundial de la Salud; para Guadalajara son 3 mil muertes anuales, según análisis del Colectivo Ecologista de Jalisco que no ha sido actualizado, pero data de nueve años. 25%del parque vehicular de Jalisco está conformado por autos modelo 1989 hacia atrás, los cuales no tienen los aditamentos tecnológicos que evite una gran contaminación.
Ante esta lógica, buscar autos de menor consumo de combustible por kilómetro cuadrado, ayuda, pero la prioridad pública es que la gente se baje del auto y se suba al transporte público… o a la bici, o ande a pie, pero estos dos últimos casos no siempre son posibles, pues la ciudad está muy extendida territorialmente y tiene mal distribuidos sus espacios. Como adenda: no se trata de hacer una ciudad para el ciclista, tendría que ser en todo caso para el peatón ( el cual es muy mal atendido). Pero el ciclista requiere seguridad, y bastaría una cultura vial que le permita usar el mismo espacio público que otros vehículos, pero no existe. El modo de proteger al ciclista es con ciclovías. Nadie con sentido común pensaría que la bicicleta es la solución, cuando solamente es parte. La verdadera solución es el transporte público. Esto lo comento porque los defensores del auto se victimizan con el tema de las ciclovías. Que aprendan a respetar y todo cambia.
¿TENDREMOS PRONTO EL CONDICIONAMIENTO DE LA LICENCIA DE CONDUCIR A LA MANIFESTACIÓN DE UNA VERDADERA CULTURA VIAL, O SEGUIRÁN EN LO MERAMENTE RECAUDATORIO, PARA QUE CUALQUIER TROGLODITA PUEDA CONDUCIR UN AUTO?
Bajo estas premisas, se debe defender y empujar el contar con un programa de verificación real, eficiente, y que lo pague el dueño del auto. No se trata de ir contra el automovilista, se trata de que pague a precios reales el hecho de contaminar y de causar daños a la calidad de vida de las ciudades. Si esto se entendiera, se dejaría de subsidiar la gasolina, y se mejoraría su calidad. Pero los políticos no tienen interés en el tema ambiental; solo quieren votantes felices, aunque atenten contra sus derechos.
Cierro la columna con una magnífica opinión de Antonio Valdecantos, catedrático de Filosofía en la Universidad Carlos III, publicada por El País el 15 de julio de 2019. Muy a propósito del Día Mundial sin Auto, que se conmemora hoy, sintetiza muy bien ese culto individualista al auto, y acredita lo que es en un contexto de bienes públicos degradados: un privilegio.
“Cuando está en manos de la necesidad (horaria o económica), el urbanita moderno viaja en metro, mientras que, si recobra la libertad, se apresurará a pilotar su propio coche como el capitán la nave. Privar a alguien de la facultad de llegar con su automóvil al punto de la ciudad que quiera constituye, entonces, un atropello (casi literal) de la libertad, aunque no en el sentido en que esta suele ser tomada, sino en otro más siniestro: no es un atentado contra los derechos que uno tiene sobre su coche, sino contra los que este tiene respecto de uno. Quien decide qué coche comprar ejerce, seguramente, el acto paradigmático de lo que suele entenderse por libertad de elección, y sería propio de una sociedad totalitaria —se dirá enseguida— usurpar los derechos derivados de tal ejercicio, de modo que, si después de la compra surgen restricciones que impiden usar el vehículo elegido para llegar a la orilla misma de la tienda en donde se ha decidido seguir eligiendo, eso será un bellaco incumplimiento del contrato tácito que une al automovilista con la sociedad”.
“¡Que me devuelvan mi dinero quienes se llenan la boca hablando de cambio climático! ¿O es que no cabe responder a este reto estimulando innovaciones que incentiven la competitividad y el esfuerzo y que permitan, sobre todo, atenderlas sin salir del coche? ¿No saben que donde está el peligro crece también lo que salva? ¿Acaso no lo dijo Hölderlin, el mismo que habló de asaltar los cielos?”, refiere.

“A grandes peligros, pues, grandes salvaciones: ¿por qué no seguir agujereando el subsuelo de modo que el coche pueda maximizar, en el centro urbano mismo, su velocidad y su libertad de movimientos? ¿O es que esta clase de obras no crea riqueza y empleo de manera espectacular, permitiendo que la superficie quede liberada para ser espacio de ocio, turismo y cultura (y también de otras clases de comercio, con derecho a aparcamiento subterráneo)? ¿Cabe acaso una inversión más rentable y una aventura más cautivadora? Puede que todo esto sea cierto, pero quizá olvide la principal verdad del transporte y de la vida urbana. No es un hallazgo que resulte cómodo a todos, aunque muchos lo aceptarán con regocijo cínico: cuando velas por tus derechos como usuario automovilístico, los que en realidad defiendes son aquellos que tu coche reclama para sí, arrastrándote como a un remolque”.
El automóvil “—su nombre lo dice todo— no quiere límites de ningún tipo y te ha elegido a ti para que maximices su uso mientras crees ser su dueño porque escogiste esa marca y ese modelo en lugar de otros. Lo tomas como símbolo de tu libertad cuando en realidad eres tú el juguete de sus designios. Como sabe que no puede volar, anhela correr sin límites por las arterias subterráneas de su ciudad. No le impidas entrar en el corazón de la urbe cuando quiera (¡el centro es más suyo que de nadie!) y, si la superficie le pone obstáculos, abre para él todas las profundidades de la tierra. Una vez lo elegiste tú a él, pero, desde entonces, él es tu señor más celoso (también el más deseado) y no serás capaz de escatimarle nada de lo que te exija”.
Buena reflexión para comprender que el derecho de una comunidad es a que vivan mejor todos sus miembros, no a que los derechos de unos se sacrifiquen a los de otros, porque en ese caso, solo se trata de privilegios.