¿A quién le importan las reuniones de los partidos políticos? En realidad a muy pocos. Los cónclaves partidistas suelen ser encuentros de las dirigencias partidistas que poco interesan a las bases de militantes. Algo por lo demás normal, como sucede con todas las organizaciones masivas, cuyas élites directivas tienden a alejarse de sus bases constitutivas. La distancia entre las dirigencias y los agremiados tiene a ensancharse conforme el tamaño de la organización. De suerte que los encuentros que suelen celebrar los partidos políticos terminan en cónclaves donde se toman ciertas decisiones, se anuncian algunos acuerdos e inevitablemente ocurren grillas.
Hay quien argumenta que la vida interna de los partidos políticos debería ser asunto exclusivo de sus militantes. Ese argumento sería válido si las organizaciones políticas fueran privadas, como los clubes deportivos o de lectura. Pero al tratarse de entidades de interés público, y recibir financiamiento público, la vida interna de los partidos públicos debería ser tan pública como la actuación de cualquier dependencia pública en tanto sujeto obligado de transparencia y rendición de cuentas. La vida interna de los partidos políticos debería ser parte de una discusión pública más amplia y abierta, que incluya pero trascienda a los militantes, afiliados o simpatizantes. Aunque parezca un contrasentido, la vida interna de los partidos políticos debería ser más mucho más externa.
Parecería como si las millonarias prerrogativas que reciben los partidos políticos fueran una conquista laboral o un derecho inalienable, cuando en realidad se trata de un subsidio que se paga con los impuestos de todos. En ese sentido, todos los partidos políticos deberían de abrirse al escrutinio de la sociedad, no solo de su militancia. Pero como es no sucede, hay quien argumenta que los partidos políticos deberían ser financiados por su militancia, no por toda la ciudadanía.
A diferencia de una dependencia gubernamental que prestan servicios públicos, los partidos reciben subsidio sin ofrecer contraprestaciones. Sin embargo, soy un convencido de que por tratarse de entidades de interés público que compiten por el poder político deben ser preponderantemente subsidiadas a condición de mayores obligaciones de rendición de cuentas. Los partidos políticos son un mal necesario de toda democracia, pues sin ellos no puede existir la democracia.
Este fin de semana pasada tuvo lugar en Jalisco la reunión nacional de legisladores de Movimiento Ciudadano donde se anunció un plan de acción en torno a ciertos temas específicos, en su mayoría de corte social. Estas definiciones públicas permiten delinear la oferta política del partido, un ejercicio que tendrían que hacer todos los partidos frente a su electorado. Aunque pudiera parecer que estas reuniones son solo de interés para los militantes, en realidad son encuentros necesarias para el desarrollo democrático.
A PESAR DE QUE NO EXISTE UNA APERTURA REAL A LA SOCIEDAD, CUANDO MENOS SON ABIERTAS A LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN, DE SUERTE QUE SU VIDA INTERNA SE VENTILA UN POCO PÚBLICAMENTE.
Más allá de trascendidos y grillas de la cúpula del partido, este tipo de reuniones deberían ser espacios de rendición de cuentas de los partidos políticos, donde se abran al escrutinio público en torno al cumplimiento de su oferta política y la evaluación de sus resultados como gobierno. Si Movimiento Ciudadano quiere honrar el nombre mismo de su instituto político tendría que diferenciarse de los partidos tradicionales de siempre por medio de reuniones como la del fin de semana que realmente sean diferentes. La visita a Jalisco del dirigente nacional de Movimiento Ciudadano, Dante Delgado, junto con medio centenar de legisladores locales de dos terceras partes de los estados del país ameritaba un ejercicio más abierto, participativo y sobre todo autocrítico.