No hay mal que por bien no venga. La mesa de salud —que se reinstalará el día de hoy para hacer frente a la cuarta ola de Covid que ha disparado los contagios por la variante omicrón— es una oportunidad no sólo para restablecer el diálogo público entre actores políticos, sino para construir instancias con visión de Estado. En momentos de crisis, espacios como la mesa de salud, que convoca a los principales decisores del estado, resultan clave para enfrentar la situación.
El conflicto entre el grupo político de la Universidad de Guadalajara y el gobierno del estado de Jalisco lejos de resolverse se sigue profundizando. Es cada vez más notoria la animadversión del gobernador Alfaro hacia el ex rector Raúl Padilla. El problema de fondo de este conflicto, que por momentos pareciera más personal que político, es que afecta negativamente las relaciones entre dos de las instituciones más importantes del estado: la universidad estatal y el gobierno del estado.
Históricamente, la tensión política que existe entre el poder público y las universidades públicas es incluso deseable en democracia. Las instituciones académicas son instancias no sólo críticas del poder político, sino contrapesos al ejercicio del poder. Al mismo tiempo, sin embargo, las universidades también son puentes de colaboración con gobiernos. Esta doble faceta de las universidades públicas no siempre es comprendida desde el poder político. Menos aun desde los populismos autoritarios, que consideran a las universidades públicas como dependencias gubernamentales.
DE AHÍ LA IMPORTANCIA DE LA MESA DE SALUD: UNO DE LOS POCOS ESPACIOS DE COLABORACIÓN ENTRE EL GOBIERNO DE JALISCO Y LA UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA.
Basta recordar que el gobernador Alfaro disputó el liderazgo nacional de la gestión de la pandemia al comienzo del encierro, entre otras razones, porque se apoyó en la mesa de salud. Jalisco fue el primer estado del país en tomar medidas contra el Covid que le valieron un amplio reconocimiento por la colaboración interinstitucional entre sectores público, académico y privado.
A lo largo del tiempo, ocurrieron más aciertos que desaciertos, hasta que vino la ruptura política entre el grupo de la universidad y el gobernador. A pesar del conflicto, la colaboración entre académicos y funcionarios públicos no se ha interrumpido. Haber mantenido la mesa de salud al margen del conflicto ha sido un acierto de ambas partes. Ahora lo que sigue es relanzarla como la instancia decisoria que fue, para lo cual se requiere de la voluntad de todos para procesar los desacuerdos internos.
La Universidad de Guadalajara se adelantó al anunciar que el regreso presencial a clases en preparatorias y universidad será hasta el 7 de febrero. Lo más probable es que el gobierno del estado anuncie que el regreso a clases en primarias y secundarias se mantendrá para dentro de una semana. Ambas decisiones son correctas, aunque deberán irse ajustando en función del avance de los contagios. Más allá de las ventajas y desventajas de cada una de las posiciones, acaso lo más importante será procesar las diferencias al interior de la mesa de salud para evitar una ruptura innecesaria. Seguramente son muchas más las coincidencias que las diferencias, de modo que las posiciones divergentes en temas sensibles como el regreso a clases, debería de procesarse con toda responsabilidad para evitar que por un desacuerdo se pongan en riesgo los demás acuerdos.
Aunque parezca bipolar, las relaciones de tensión y colaboración entre instituciones plurales en una democracia así funcionan. Ni todo debe ser oposición ni todo puede ser subordinación. La crítica puede coexistir con el diálogo. La autonomía puede cohabitar con la cooperación. Las diferencias pueden zanjarse en las coincidencias. Pero para ello, se necesita altura de miras de los actores políticos para entender que lo que resiste también apoya. La mesa de salud no sólo es una oportunidad para el estado, sino una oportunidad de Estado.