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2020-11-17
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Covid-19: las cicatrices económicas en el mundo

EL BANCO MUNDIAL ADVIRTIÓ QUE LA PANDEMIA DE COVID-19 CAUSARÁ LA MAYOR CRISIS ECONÓMICA MUNDIAL Y AMENAZA CON PROVOCAR UN AUMENTO DRÁSTICO EN LOS NIVELES DE POBREZA EN TODO EL MUNDO

El mundo entró en la pandemia de COVID-19 en medio de una persistencia de desequilibrios externos preexistentes. La crisis ha causado una fuerte reducción del comercio y movimientos significativos de los tipos de cambio, pero una reducción limitada de los déficits y superávits en la cuenta corriente mundial. Las perspectivas siguen siendo sumamente inciertas ya que los riesgos de nuevas olas de contagio, cambio de sentido de los flujos de capital y un mayor deterioro del comercio mundial todavía se ciernen como una gran amenaza en el horizonte. 

Informes muestran que en general los déficits y superávits en cuenta corriente fueron en 2019 apenas inferiores al 3% del PIB mundial, un nivel levemente más bajo que el de un año antes. Los últimos pronósticos de cara al cierre del 2020 implican solo una nueva contracción equivalente a alrededor de 0.3% del PIB mundial, una disminución más moderada que la registrada tras la crisis financiera mundial 10 años atrás. 

Las prioridades inmediatas en materia de políticas son brindar alivio de importancia crucial y promover la recuperación económica. Una vez que la pandemia se disipe, reducir los desequilibrios externos en el mundo exigirá esfuerzos colectivos de reforma por parte de los países que registren tanto superávits como déficits excesivos. La imposición de nuevas barreras al comercio no será una herramienta eficaz para reducir los desequilibrios. 

Los déficits y superávits externos no son necesariamente un motivo de preocupación. Existen buenas razones para que los países los contraigan en determinados momentos. Pero las economías que toman demasiados préstamos del exterior con demasiada rapidez, incurriendo en déficits externos, pueden volverse vulnerables a ceses repentinos de los flujos de capital. Los países también enfrentan riesgos al invertir demasiados ahorros propios en el extranjero, en vista de las necesidades de inversión interna. El desafío consiste en determinar cuándo los desequilibrios son excesivos o plantean un riesgo. El enfoque se concentra en el saldo global en cuenta corriente de cada país y no en su balanza comercial bilateral con diversos socios comerciales, ya que la segunda refleja principalmente la división internacional del trabajo antes que factores macroeconómicos. 

Se estima que alrededor de 40% de los déficits y superávits mundiales en cuenta corriente fueron excesivos en 2019 y, como en los últimos años, se concentraban en las economías avanzadas. Los saldos en cuenta corriente más altos que lo justificado se registraban en su mayoría en la zona del euro (impulsados por Alemania y los Países Bajos), mientras que existían saldos en cuenta corriente más bajos que lo justificado principalmente en Canadá, Estados Unidos y el Reino Unido. Al igual que en 2018, la posición externa evaluada de China se mantuvo acorde en líneas generales con los fundamentos macroeconómicos y las políticas deseables, debido a medidas que contrarrestaron las brechas de política y las distorsiones estructurales. Hay informes que ofrecen evaluaciones de los desequilibrios externos y tipos de cambio respecto de cada una de las 30 economías más grandes. A lo largo del tiempo, esos desequilibrios se han acumulado, encontrándose ahora los activos y pasivos externos en sus máximos históricos, lo cual eleva potencialmente los riesgos tanto para los países deudores como para los acreedores. La persistencia de desequilibrios mundiales y una creciente percepción de condiciones de competencia desiguales para el comercio han alimentado sentimientos proteccionistas, provocando un aumento de las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China. En general, muchos países presentaban vulnerabilidades preexistentes y distorsiones de política al momento de enfrentar la crisis. 

Al infectar a millones de personas y provocar que los gobiernos confinen a sus poblaciones, el nuevo coronavirus dejó a las economías de todo el mundo en la sala de cuidados intensivos. 

En un informe reciente, el Banco Mundial advirtió que la pandemia de covid-19 causará la mayor crisis económica mundial desde por lo menos 1870 y amenaza con provocar un aumento drástico en los niveles de pobreza en todo el mundo. 

PERO PARA 30 PAÍSES ESTE AÑO SERÁ DE CRECIMIENTO, AUNQUE MENOR DE LO ESPERADO, CON RARAS EXCEPCIONES. 

Una de esas excepciones es Guyana, un país vecino de Brasil, que se espera que muestre un crecimiento de más del 50% este año, el más grande del mundo, debido al comienzo de la explotación de petróleo, aunque el precio del crudo cayó a uno de los niveles más bajos de la historia. 

El descubrimiento de enormes reservas de petróleo en Guyana podría cambiar el futuro del país. 

La nación también será la única que crecerá en América Latina y el Caribe. 

De las regiones del mundo, solo Asia oriental y el Pacífico mostrarán crecimiento (0.5%), principalmente debido a China. Sin embargo, se espera que el gigante asiático crezca solo un 1%, una tasa pequeña en comparación con años anteriores. 

A pesar de esto, el Banco Mundial espera que el PIB mundial se reduzca un 5.2% este año, más del doble que el registrado en la crisis financiera de 2008. 

Pero entonces, ¿qué hay detrás del crecimiento de varios países este año? 

Los pocos mercados emergentes y economías en desarrollo que se espera que eviten las contracciones en la actividad económica este año tienden a ser menos abiertos, más agrícolas y menos dependientes del sector de servicios. 

Y citan cinco puntos para explicar por qué estos países crecerán: 

1. Menos integración en el comercio mundial 

Según los economistas, estos países están «significativamente menos integrados en el comercio mundial, lo que ayuda a aislarlos parcialmente de los graves efectos mundiales de la caída de la demanda externa. 

Los índices de exportación/PIB en estos países son aproximadamente 35% menores que el promedio de los países emergentes y en desarrollo, y los índices actuales de comercio/PIB (importaciones más exportaciones) son aproximadamente 25% más bajos. 

2. Mayor dependencia de la agricultura 

Según los economistas, estos países tienden a depender más del sector agrícola, que en promedio ha estado menos expuesto a la caída inducida por la pandemia en los precios de los productos básicos; los precios de los productos agrícolas disminuyeron solo marginalmente, en comparación con las fuertes caídas observadas en los precios de los productos industriales. 

Los sectores agrícolas de las economías que se espera que crezcan este año representan más del doble del tamaño (128%) del promedio de los países emergentes y en desarrollo. 

3. Sector servicios más pequeño 

Estos países también tienden a tener sectores de servicios que son «aproximadamente 20% menores que el promedio de los países emergentes y en desarrollo», señalan los economistas. 

Los sectores de servicios se ven particularmente afectados por la pandemia, ya que varias actividades que involucran interacciones se han interrumpido debido a la distancia social. 

4. Menos dependencia del turismo 

Estas economías también son notablemente menos vulnerables al colapso de los viajes y el turismo mundiales, ya que sus sectores turísticos son la mitad del tamaño del promedio de los países emergentes y en desarrollo. 

5. Menos impacto de la pandemia 

Según los economistas, aunque la capacidad para realizar pruebas dificulta la comparación confiable de brotes entre países, (…) el tamaño de los brotes (en relación con el tamaño de la población) en las economías que se espera que crezcan este año fue aproximadamente 75% menor que el promedio de los países emergentes y en desarrollo. 

Además, hubo menos restricciones de movimiento en estos países, a diferencia del resto del mundo. 

Las restricciones en estas economías también fueron 20% menos estrictas que el promedio de los países emergentes y en desarrollo. 

La mayoría de los países que crecerán este año se encuentran en lo que se llama África subsahariana. 

Se trabaja en vacunas y medicamentos contra el Covid-19.

A pesar de su dependencia de las exportaciones de productos industriales (metales, minerales y petróleo), son naciones que están menos integradas en el comercio mundial y más dependientes de la agricultura, lo que ayuda a aislarlas en parte «de los graves efectos globales de la caída de la demanda externa», dicen los economistas. 

Alrededor de dos tercios de las 31 economías que se espera que crezcan en 2020 se encuentran en África subsahariana, donde representan aproximadamente una cuarta parte del PIB de la región. 

Para los países de África subsahariana hay razones estructurales, incluida una integración relativamente menor en la economía mundial a través de los canales comerciales y la alta dependencia de la agricultura, que deberían proporcionar algún tipo de aislamiento. 

En momentos en que la economía mundial está aún lidiando con la crisis de la COVID-19, las perspectivas externas son sumamente inciertas. Aun cuando se prevee una leve contracción de los desequilibrios mundiales en 2020, en el mundo la situación es diversa. Las economías dependientes de factores gravemente afectados, como el petróleo y el turismo, o que necesitan de las remesas, podrían experimentar una caída de sus saldos en cuenta corriente superior al 2% del PIB. Esos shocks externos tan fuertes pueden tener efectos duraderos y exigir sustanciales ajustes económicos. A nivel mundial, los pronósticos implican una reducción más limitada de los saldos en cuenta corriente que la registrada tras la crisis financiera mundial hace una década, lo cual refleja en parte que los desequilibrios mundiales previos a la crisis eran esta vez menores que durante el auge de precios de las viviendas y los activos a mediados de los años 2000. 

A principios de la crisis de la COVID-19, las condiciones de financiamiento externo más restrictivas desencadenaron repentinas salidas de capital con fuertes depreciaciones de la moneda en numerosas economías de mercados emergentes y en desarrollo. Las excepcionalmente contundentes respuestas de política fiscal y monetaria, especialmente en las economías avanzadas, han promovido desde entonces una recuperación del ánimo de los inversionistas a nivel mundial, con cierta relajación de los fuertes movimientos iniciales de las monedas. Pero aún persisten muchos riesgos, como nuevas olas de contagio, cicatrices económicas y una reanudación de las tensiones comerciales. 

Otro brote de tensión financiera mundial podría disparar más cambios de sentido de los flujos de capital y presiones cambiarias, y elevar más el riesgo de una crisis externa para las economías con vulnerabilidades preexistentes, tales como grandes déficits en cuenta corriente, una alta proporción de deuda en moneda extranjera y reservas internacionales limitadas. Un deterioro de la pandemia de COVID-19 podría también quebrar las cadenas mundiales de comercio y suministro, reducir la inversión y entorpecer la recuperación económica mundial. En el corto plazo las iniciativas de política deberían continuar focalizándose en brindar asistencia indispensable y promover la recuperación económica. Para los países con tipos de cambio flexibles sería beneficioso seguir permitiendo que estos se ajusten en respuesta a las condiciones externas, cuando sea factible. La intervención cambiaria, cuando sea necesaria y haya reservas suficientes, podría ayudar a paliar las condiciones de mercado desordenadas. Para las economías que enfrenten presiones de balanza de pagos desestabilizadoras y que carezcan de acceso al financiamiento externo privado, el financiamiento oficial y las líneas de crédito recíproco (swap) pueden contribuir a brindar alivio económico y preservar los gastos sanitarios cruciales. 

Deben evitarse las barreras arancelarias y no arancelarias al comercio, especialmente para equipamiento y suministros médicos, así como eliminarse las nuevas restricciones al comercio recientemente impuestas. La utilización de aranceles para abordar los saldos comerciales bilaterales es costosa para el comercio y el crecimiento, y tiende a provocar movimientos compensatorios de las monedas. Generalmente los aranceles también resultan ineficaces para reducir los excesos de desequilibrios externos y desalineación de las monedas, lo cual exige resolver las distorsiones macroeconómicas y estructurales subyacentes. Sería conveniente modernizar el sistema de comercio multilateral basado en reglas y fortalecer las normas relativas a los subsidios y la transferencia de tecnología, por ejemplo ampliando el reglamento sobre servicios y comercio electrónico y garantizando que la OMC cuente con un sistema de resolución de controversias que funcione adecuadamente. 

En el mediano plazo, para reducir los desequilibrios excesivos en la economía mundial se requerirán esfuerzos conjuntos por parte de los países que presentan un exceso tanto de superávits como de déficits. Las distorsiones económicas y normativas que antecedieron a la crisis de la COVID-19 podrían persistir o incluso empeorar, lo cual señala la necesidad de emprender reformas adaptadas a las circunstancias específicas de cada país. 

 

Doctor en Derecho y Notario; Analista y Columnista Sociopolítico; Consultor en Admon. y Políticas Publicas; Pdte. de Conciencia Cívica, A.C. y JALISCOenPLENO, A.C.