“Los gobiernos perecen ordinariamente por impotencia o por tiranía. En el primer caso, el poder se les escapa; en el segundo, se lo arrebatan […] no creo que la naturaleza de un poder democrático sea carecer de fuerza y de recursos; creo, al contrario, que es casi siempre el abuso de sus fuerzas y el mal empleo de sus recursos los que lo hacen perecer. La anarquía nace casi siempre de su tiranía o de su inhabilidad, pero no de su impotencia”
Alexis de Tocqueville. La democracia en América, parte 2, VII.
Decir que las elecciones en Estados Unidos son “la madre de las batallas políticas” para el mundo, no es una exageración al menos desde que acabó la Segunda Guerra Mundial. El enorme país de América del Norte emergió como primera potencia del orbe tras ser ya la gran fábrica del planeta, cuya industria militar hizo posible que Stalin doblara a la Wehrmacht y que Churchill resistiera con algo más que valor a la temible Luftwaffe y sus bombardeos sobre las islas británicas tras el desastre en Dunquerque.
Hoy, es la economía nacional más grande del mundo, con un producto interno bruto de 15.7 billones de dólares, la cuarta parte del PIB global nominal, y mantiene el liderazgo del índice Mundial de Innovación según el informe anual 2019 de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual de la ONU (https://share.america.gov/es/estados-unidos-es-lider-mundial-en-innovacion/). Evidentemente enfrenta una crisis en su liderazgo internacional, ante el irresistible ascenso de China y otras economías de Asia, la persistencia geopolítica de la Rusia de Putin y los propios debates internos de una nación que, hay que decirlo, ha tenido constantes dudas y resistencias a asumir su papel global (recordemos que el promotor de la Sociedad de Naciones fue el presidente Woodrow Wilson, como la base de la paz duradera en 1919, pero fracasó al pretender sumar a Estados Unidos al acuerdo internacional) . El último episodio de esa tendencia fue la elección de Donald Trump, en 2016, quien rescató discursivamente el viejo sueño americano hacia el aislacionismo, una mezcla de narcisismo sobre la propia singularidad y de ingenuidad sobre la enorme relevancia e interés del resto del mundo en los asuntos domésticos de Estados Unidos.
De hecho, su elección y su actual intento de reelección ilustra un rosario de intervenciones extranjeras que no pueden disimular la importancia de quién despacha en la Casa Blanca para el futuro del hombre fuerte de Moscú, de los jeques árabes financiadores de terrorismo, de los jerarcas de Pekín con su imperialismo pacífico en expansión… o del inquilino de palacio nacional, en la meseta de Anáhuac.
“La campaña del Kremlin para ayudar a Trump a llegar a la Casa Blanca tenía un propósito primordial: poner fin al embargo económico estadounidense (había también un objetivo secundario: poner el dedo en las llagas sociales e ideológicas que ya existían en Estados Unidos; este había tenido bastante éxito). La operación de Putin había sido audaz, incluso arrogante. Implicaba el uso de ciberataques y falsas cuentas de Facebook, además de las clásicas tácticas de engaño y de cortejo del KGB. Pero cabría argumentar que les había salido el tiro por la culata […] la intervención en las elecciones estadounidenses de 2016 había sido un triunfo táctico pero un desastre estratégico” (Conspiración. Cómo Rusia ayudó a Trump a ganar las elecciones. Luke Harding, Debate. Diciembre de 2017).
México, uno de los tres principales socios comerciales de la Unión Americana, intentó intervenir también con sus dos últimos presidentes: Primero, Enrique Peña Nieto, quien invitó a Los Pinos al candidato Trump en plena campaña electoral… y relanzó su imagen ante los latinos dubitativos, entre las ofensas a la minoría mexicana (“ladrones”, “asesinos “y “traficantes de drogas”). Para muchos analistas este fue uno de los errores mayores de la errática presidencia peñista, una piedra que cimentó el triunfo del empresario populista. Con el presidente Andrés Manuel López Obrador, las cosas no han andado mejores. Al tratarse de un presidente que gobierna con gestos y símbolos, es imposible considerar inocente el aval otorgado a Trump, en plena campaña electoral, con la visita a la Casa Blanca, el 8 de julio de 2020. El pretexto: la firma del T-MEC, el acuerdo de libre comercio renegociado. Pocos días después del suceso, la publicidad electoral del republicano lo utilizó en busca de conquistar el voto latino, en especial, el mexicoamericano.
“Más nos vale que Donald Trump se reelija, para que en un mediano plazo no termine México perdiendo más con esta visita, ya que quedará guardada en la memoria de los demócratas”, le dijo a Expansión la directora de licenciatura en Negocios Internacionales de la Universidad Iiberoamericana, Aribel Contreras. Lo que impresiona de la actitud del gobierno mexicano frente a Trump, es que éste nunca cesó de acusar, amenazar y hostigar a México.
El resultado de esa evasión del conflicto de la administración de AMLO fue el uso de la Guardia Nacional para contener a los migrantes (“México nos está mostrando gran respeto […] me gustaría agradecer al presidente López Obrador , de México, por la gran cooperación que estamos recibiendo, y por ahora poner 27 mil soldados en nuestra frontera sur ”, dijo Trump. Ver https://cnnespanol.cnn.com/2019/10/20/algunos-dicen-que-mexico-ya-construyo-el-muro-de-trumpy-que-pago-por-el-esta-es-la-razon/), la nula ofensiva diplomática (al menos visible) por las amenazas de aranceles crecientes, la labor de mero espectador del gobierno mexicano ante la ofensiva antidrogas estadounidense (dos detenciones “estrella”: el antiguo zar antidrogas con el gobierno de Calderón, Genaro García Luna o, apenas hace una semana, del general Salvador Cienfuegos, secretario de la defensa con Peña, ha ameritado un festín de acusaciones en la política doméstica mexicana, pero ninguna formalidad diplomática ante EU, a favor o en contra), el persistente mensaje de AMLO sobre su óptima relación con el poderoso vecino, juzgada por no poco críticos de “sometimiento” (Raymundo Rivapalacio en twitter, 22 de octubre de 2020: “para quienes dudan de la sumisión del presidente @lopezobrador con @realDonaldTrump revisen la mañanera de hoy y el zalamero agradecimiento por haber concluido una negociación nada inédita sobre el agua, a horas del debate presidencial y tras la captura del general Cienfuegos”).
La campaña demócrata, no obstante, ha mandado señales de que México no será objeto de un desquite por la poca prudencia diplomática de su gobierno. De ganar Joe Biden, “la relación con México será más amigable, más estratégica, más seria”, le dijo al periodista Pablo Hiriart, el exsubsecretario adjunto de Defensa para el Hemisferio Occidental con Barack Obama, Frank O. Mora. “Dice el prestigiado profesor de Estrategia y Seguridad del National War College y exconsultor del Comando Sur de Estados Unidos que la visita del presidente López Obrador a la Casa Blanca fue ‘una lamentable injerencia’ en las elecciones de este país, pero ‘los intereses de ambas naciones van más allá de las relaciones personales’. La tarea de Joe Biden, en caso de ganar, será ‘despolitizar la relación con México […] con ningún país hay una relación tan integrada como la hay con México y con Canadá”, afirma.
-¿México estaría en el radar de un posible presidente Biden?
-Por supuesto que sí. Los niveles de integración de los dos países, y no sólo económica, son muy elevados. Estados Unidos no tiene una relación tan integrada, en el mundo, como la hay con México y Canadá.
-¿Cuál sería, en su opinión, la característica de la relación con México en caso de ganar Biden?
-Una relación mucho más integral que como la establecida al estilo Trump.
-¿Cómo es el estilo Trump?
-Si el Presidente de México no hace lo que él dice, entonces lo amenaza con poner aranceles o con cerrar las fronteras al comercio. Esa es la palanca que ha usado para someter a México.
-Trump sólo tiene un tema en la relación con México, migración…
-Exacto. Y México es un tema doméstico para Estados Unidos. Todo lo que ocurre en México tiene un impacto directo en Estados Unidos. Hasta en las elecciones.
-¿Cómo podría mejorar esa relación la presidencia de Biden, en caso de ganar?
-Una prioridad tiene que ser despolitizar la relación. Trump grita en un mitin que México va a pagar por la muralla, y la gente le aplaude. Luego grita que ha castigado a los mexicanos, y le aplauden. Eso con toda seguridad cambiaría. La relación sería más seria, amigable, madura.
-El presidente López Obrador fue a la Casa Blanca hace poco, a reunirse con Donald Trump. ¿Qué opina?
-Sí, tengo mi opinión. El presidente López Obrador vino en medio de la campaña. Fue una injerencia electoral inaceptable. Estados Unidos rechaza esas intervenciones, vengan de Rusia o del país que sea. Deben respetar nuestras políticas internas. México siempre había sido respetuoso.
-¿Habrá consecuencias en caso de asumir Joe Biden la presidencia?
-La relación entre los dos países va mucho más allá de los temas personales. Creo que lo fundamental será pensar en los intereses mutuos.
-¿Pesará en la relación bilateral el punto de Estado de derecho?
-El Estado de derecho es fundamental, en México y en cualquier otro país. A mí me preocupa, y mucho, la forma en que Trump ha socavado el Estado de derecho en Estados Unidos. Usa a las Fuerzas Armadas, no a la policía, a las Fuerzas Armadas para desalojar un mitin (donde él va a ir a tomarse unas fotos). Se usa la Casa Blanca para eventos partidistas. Han violado la Ley Hatch, que prohíbe a los funcionarios del Ejecutivo hacer política de partidos. Trump dijo que el artículo segundo de la Constitución le otorga el poder absoluto. El presidente no tiene ningún interés en el Estado de derecho.
-¿Eso es percibido en instituciones como las Fuerzas Armadas?
-Claro, lo han expresado cerca de 500 generales y ex altos miembros de las Fuerzas Armadas. El general Jim Mattis, ex secretario de la Defensa en este gobierno, publicó un artículo en el que expresa que Donald Trump representa un peligro para la democracia y el Estado de derecho en Estados Unidos.
-¿Qué opina de la detención del ex secretario de la Defensa de México aquí, con pruebas muy endebles? Eso no se lo harían a un secretario de la Defensa ruso o chino.
-No tengo información suficiente de ese caso. Prefiero no opinar.
-Los temas de la agenda bilateral con México, en caso de ganar Biden, ¿cuáles serían, en su opinión?
-Desde luego sería una agenda mucho más amplia y reflejaría la complejidad de la relación. Además de migración y comercio, estarían seguridad, medio ambiente, tecnologías, cooperación y muchos otros. (https://amp.elfinanciero.com.mx/opinion/pablo-hiriart/mexico-un-tema-domestico-para-estados-unidos?__twitter_impression=true&s=08).
Las encuestas arrojan ventajas para el candidato demócrata Joe Biden, que en opinión de muchos, serían irreversibles. No se debe olvidar que en la elección de 2016, la candidata demócrata, Hillary Clinton, ganó el voto popular por más de tres millones de votos. Pero la democracia más antigua del mundo es indirecta: el proceso electoral del 3 de noviembre definirá el Colegio Electoral, que tiene a su cargo la designación del nuevo presidente. En 2016, Trump se concentró en ganar el colegio electoral al intervenir de forma milimétrica en estados de aparente menor relevancia política, pero que sumados le hicieron ganador del cuerpo colegiado. Los analistas señalan que Trump necesitaría dar un golpe mediático del nivel de la declaración del director del FBI en octubre de 2016, en que señalaba una investigación sobre los correos electrónicos de la secretaria Clinton.
Esto apuntaba hace dos semanas la agencia EFE: “El candidato presidencial demócrata, Joe Biden, tiene una ventaja de 16 puntos porcentuales sobre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de cara a las elecciones del 3 de noviembre. El sondeo, elaborado para la cadena de televisión CNN la semana pasada, después del primer debate electoral que los ha enfrentado, indica que un 57% de los votantes probables votaría por Biden, frente a un 41% que lo haría por Trump. La noticia coincide con la información de que poco más de 4 millones de estadounidenses ya han ejercido el voto anticipado, cuando falta poco menos de un mes para las elecciones, frente a los 75,000 que lo habían hecho para estas fechas en los comicios de 2016, lo que anticipa una posible participación récord”.
Sin embargo, apunta: “Una situación similar ocurrió en las elecciones de 2016, en las que las encuestas daban una ventaja en la intención e voto a la candidata demócrata, Hillary Clinton, pero perdió las elecciones frente a Trump pese a haber obtenido en triunfo en el voto popular. En el sistema electoral de Estados Unidos, la elección del presidente tiene lugar mediante el Colegio Electoral, por lo que es necesario que el candidato venza en un mínimo de estados para obtener los votos suficientes para su proclamación, aunque en otros estados su victoria haya sido muy superior en cuanto a número de sufragios. (https://www.forbes.com.mx/mundo-biden-amplia-16-puntos-ventaja-sobre-trump-en-encuestas/).
Y justamente sobre ese fantasma, el corresponsal de BBC en Washington, Anthony Zurcher, abordó el tema: “Las encuestas más recientes indican que Joe Biden tiene una ventaja significativa y firme sobre el presidente Donald Trump en la carrera electoral de Estados Unidos, tanto en los sondeos nacionales como en los de los llamados ‘estados péndulo’. […] los analistas electorales han estado elevando las probabilidades de una derrota de Trump por ser reelecto. El blog de Nate Silver, Fivethirtyeight.com, actualmente le da a Biden una probabilidad de victoria de 87%, mientras que Decision Desk HQ lo coloca en 83,5% […] en una etapa parecida hace cuatro años, se vaticinó que Hillary Clinton tenía altas probabilidades de ganar. Ellos bien recuerdan cuál fue el resultado final. ¿Podría repetirse la historia con otra victoria de Trump? Si el presidente llegara a estar juramentando a su cargo otra vez en enero, aquí hay cinco posibles razones de cómo pudo haber sucedido”.
Y enumera: uno, Otra «sorpresa de octubre», pues “hace cuatro años, apenas 11 días antes de las elecciones, el director del FBI, James Comey, reveló que su agencia estaba abriendo una investigación de Hillary Clinton sobre el uso de un correo electrónico personal mientras era secretaria de Estado. Durante una semana, la noticia acapararó los titulares y le dieron a la campaña de Trump nuevo aliento. Con sólo dos semanas restantes antes de que cierren las urnas en 2020, un evento político de proporciones sísmicas similares podría ser suficiente para impulsar a Trump hacia la victoria”. Pero “hasta ahora, por lo menos, las grandes sorpresas de este mes han sido malas noticias para Trump, como la revelación de sus declaraciones de impuestos y su hospitalización por covid-19. Un artículo en el diario New York Post sobre una misteriosa laptop con un correo electrónico que supuestamente relaciona a Joe Biden con el cabildeo de su hijo Hunter a favor de una empresa de gas de Ucrania ha sido catalogado por algunos conservadores como uno de esos sismos de campaña. No obstante, el dudoso origen del artículo y la falta de detalle hacen probable que no llegue a cambiar la opinión de muchos votantes”.
Pero “Trump ha prometido que hay más por venir. Si esto es apenas un disparo al aire, preparando el terreno para una evidencia directa de acción inapropiada de parte de Biden cuando era vicepresidente, esa sería una historia diferente y más impactante. O, tal vez haya otra revelación de campaña completamente anticipada y contundente a punto de estallar. Si eso se pudiera predecir, no sería una sorpresa”. No podemos olvidar, en abono de este análisis, que la campaña de Trump ha basado mucho de su éxito no solo en la apelación de los “datos alternativos”, sino campañas subterráneas en internet para afianzar acusaciones delirantes contra los demócratas y en general, el Deep state (estado profundo), una conjura de élites contra las libertades de los estadounidenses que en ese mito, Trump asegura defender. Estoy impresionado con los efectos de esa labor de propaganda huérfana de pruebas: acusaciones desde corrupción hasta abuso de menores, en busca de fomentar emociones primitivas. Muchos mexicanos con residencia o intereses en EU han comprado esta burda propaganda.
Señala también que “las encuestas se equivocan” (el caso prototípico es la reelección de Harry Truman, contra las encuestas que lo daban por perdedor, en 1948). “Aunque el diario The New York Times proyecta que los márgenes de Biden lo protegerían hasta de un desacierto como el de 2016, los encuestadores enfrentan nuevos obstáculos en 2020. Por ejemplo, muchos estadounidenses planean votar por correo por primera vez. Los republicanos ya han declarado que impugnarán agresivamente los votos por correspondencia para evitar lo que ellos dicen sería un potencial fraude generalizado, algo que los demócratas han catalogado como un intento de supresión electoral”. Es decir, la campaña de Trump no vacila en atacar instituciones con tal de generar incertidumbre, una táctica que ningún candidato en el pasado utilizó, pero es común… en países con líderes populistas.
También podría haber un vuelco en el debate, que Trump recupere “los estados péndulo” donde no está definida la mayoría, o la fatiga de Biden, un candidato de 77 años de edad. (https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-54569192).
DE MANERA QUE AUNQUE EL REPUTADO ANALISTA MEXICANO JORGE CASTAÑEDA YA DÉ POR UN HECHO LA DERROTA DE TRUMP, ESTAMOS EN LA ANTESALA DE DIEZ DÍAS QUE SERÁN ESENCIALES DE OBSERVAR.
Es pertinente preguntarse lo que le conviene a México en esta definición.
Hay una corriente en el gobierno lopezobradorista que prefiere mantener el trato con el agresivo Trump, pues habría dado apoyos a México en temas como la negativa de Pemex a reducir la producción, o bien, el conflicto del agua escasa en Chihuahua y la prórroga para entregarla, en ambos casos, muy discutible. Para el ex embajador Arturo Sarukhán, sería un error mayúsculo, pues Trump no solo es enemigo discursivo de México, sino que tiene un completo desinterés en el progreso de los mexicanos. “Hay que decirlo con todas sus letras: apostar el futuro de México a otro periodo más de Trump es como entregarles las llaves de Fort Knox a Bonie y Clyde”, señala irónicamente (Y México, ¿cómo tendría que votar?, en Letras Libres, 1 de enero de 2020).
La importancia de nuestra relación con Estados Unidos siempre se ha visto eclipsada por el antiamericanismo ideológico e instintivo de la izquierda hoy en el poder, y de muchos mexicanos de derecha. Es el mecanismo del “masiosare” que invita a minimizar los enormes intereses comunes, con al menos 30 millones de mexicoamericanos y unos diez millones de migrantes mexicanos, con una frontera de más de 3 mil kilómetros, con un comercio bilateral que para 2019 fue de 614,500 millones de dólares, su máximo histórico. Para México, cuatro de cada cinco productos exportados terminan en el vecino del norte. Para nuestro país, es sin duda la más importante agenda externa: cómo aprovechar las ventajas de estar integrados al mayor mercado del mundo y cómo aprender a capotear eficazmente sus intereses complejos, que en ocasiones, ya vimos, abandonan la increíble indiferencia política a nuestro país y se tornan antimexicanos.
Pero a nivel universal, la discusión del papel de los Estados Unidos es más pertinente que nunca. Uno, porque pese a los vaticinios catastrofistas que se acumula desde hace medio siglo, mantiene su hegemonía. Incluso si la perdiera con China en algún momento de las siguientes décadas, su papel de potencia no terminará. Es importante entonces afrontar la obsesión antiamericana, o asumir el riesgo que apuntaba el filósofo Jean Francois Revel hace no muchos años:
“La consecuencia de la obsesión antiamericana es la agravación o incluso la creación del mal o el inconveniente con el que se quisiera acabar y contra el que se pretende luchar, a saber, el unilateralismo atribuido a los Estados Unidos. En efecto, a fuerza de criticar a los americanos , hagan lo que hagan y en toda ocasión, incluso cuando tienen razón, nosotros, los europeos (no somos los únicos, si bien dirigimos el baile), los incitamos a pasar por alto nuestras objeciones, incluso cuando tienen fundamento. El reflejo de los americanos, provocado por la avalancha ininterrumpida de anatemas que reciben en la cara, los incita cada vez más a pensar: ‘Como, de todos modos, los demás nos quitan siempre la razón, ¿para qué vamos a consultarlos? Sabemos de antemano que van a ponernos en picota” (La obsesión antiamericana. Jean Francois Revel. Urano Tendencias, 2003).
Esto explica, en parte, el éxito de Donald Trump y la crisis del sistema internacional que su presidencia atrabilaria ha provocado.