Los resultados en las elecciones de los estados de Hidalgo y Coahuila seguramente servirán como un tanque de oxígeno al Partido Revolucionario Institucional (PRI) en Jalisco. Sin embargo, también podrían atizar las pugnas internas que, hasta ahora, ante los pocos reflectores han pasado desapercibidas.
La cercanía del ex gobernador Jorge Aristóteles Sandoval Díaz con el presidente nacional del partido, Alejandro Moreno “Alito” ha servido para que su grupo intente retomar el control del tricolor, al cual abandonaron luego de la derrota electoral de 2018.
El primer intento se dio en el Congreso del Estado, cuando el ex gobernador pidió a la diputada local Mariana Fernández que dejara la coordinación de la fracción priista, ante los enfrentamientos que ella tenía con el gobierno de Movimiento Ciudadano y lo que esto dificultaba las negociaciones entre ambos grupos políticos. Esto se evidenció en la designación de funcionarios del Poder Judicial.
En fechas recientes, también se han incrementado las presiones del grupo de Sandoval Díaz para remover al actual presidente del PRI en la entidad, Ramiro Hernández García. Para nadie es un secreto que Aristóteles Sandoval ha intentado en distintos momentos colocar en esa posición a quien fuera su secretario particular Manuel Alfaro.
Las encuestas que diferentes empresas han realizado en Jalisco arrojan muy malas cuentas para el PRI. Basado en eso, parece difícil que el tricolor tenga alguna posibilidad de pelear en las elecciones del próximo año. Sin embargo, el oficio político y una estructura que por alguna extraña razón no termina de desmantelarse, mantienen una ligera esperanza para los priistas, aún cuando fueron desplazados hasta la cuarta fuerza. Su meta de sobrevivir en la elección de 2021, si no se destruyen internamente, todavía sigue a la vista.
