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2020-04-07
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Jalisco: corrupción y coronavirus

El estado de Jalisco es un buen ejemplo de cómo funciona la corrupción institucionalizada, es decir, la corrupción impulsada desde el gobierno del Estado como una forma habitual de toma de decisiones y solución de problemas para reforzar o beneficiar la emergencia de un grupo político y económico. Para su mejor funcionamiento, la corrupción institucional... Read More

El estado de Jalisco es un buen ejemplo de cómo funciona la corrupción institucionalizada, es decir, la corrupción impulsada desde el gobierno del Estado como una forma habitual de toma de decisiones y solución de problemas para reforzar o beneficiar la emergencia de un grupo político y económico.

Para su mejor funcionamiento, la corrupción institucional debe extenderse y cubrir, bajo los mismos registros, a todas las instituciones y organizaciones civiles involucradas en la vida política, económica y social de los ciudadanos.

La corrupción institucionalizada no puede pasar como un acto aislado o como una práctica individual, aislada también, de malos funcionarios ni como un mal funcionamiento temporal de algunas instituciones del estado. Cuando la corrupción se institucionaliza, deja de verse, y todos los actos contrarios a esa práctica, todos los señalamientos de “casos de corrupción” son presentados como intentos para desestabilizar al Estado y como tales, deberán ser combatidos.

El motor de la corrupción institucionalizada y su defensa, es el gobierno del Estado. El gobernador se convierte en el gran gestor, en el férreo impulsor de este mecanismo cuya primera finalidad es la de pasar desapercibido: todo acto de corrupción es una metamorfosis: en lugar de ser visto como una irregularidad, los ciudadanos deberán aceptarlo como un acto de gobierno y solo percibirán en ellos, atinados esfuerzos para ofrecerles bienestar social y económico.

La corrupción institucionalizada busca transmitir credibilidad por medio de un líder enérgico, de hablar “fuerte y claro” y férrea determinación. Un líder corrupto no puede dudar ni mostrar debilidad cuando sus mentiras resultan obvias y sus instrumentos demasiado evidentes.

El propósito principal del líder corrupto es crear una gran fortuna personal: “un político pobre es un pobre político”, y a partir de ella construir un círculo de amigos, de socios, de cómplices agradecidos, engrandecidos y por supuesto enriquecidos.

Mientras más amplio sea este círculo, sin mucho desgaste para su fortuna personal, mayor y mas rápida será la expansión de la corrupción institucionalizada. Mientras más personas e instituciones enriquecidas y contentas se concentren alrededor del líder, mayor será la credibilidad de éste y la corrupción se hará menos visible. Una práctica común, cotidiana y con tan buenos resultados no puede ser mal vista, por muy oscuro que sea su origen.

Las grandes crisis representan grandes oportunidades para la expansión de la corrupción institucionalizada y los fines personales de los líderes corruptos.

Después de una gran crisis, el mundo ha visto surgir grandes dinastías, grupos de poder y estados construidos, reconstruidos o sencillamente sostenidos por la efectiva acción de la corrupción institucionalizada.

Incluso grandes naciones democráticas, cuyos ejemplos sobran, tuvieron que compartir el desarrollo paralelo de sus instituciones y la vigencia en sus espacios políticos, con grandes mafias locales o internacionales. Baste revisar qué grupos económicos salieron fortalecidos de las dos guerras mundiales, de la crisis del 29 o de la caída del bloque de la ex-Unión Soviética, para darse una ligera idea del papel que las mafias, y su acción corruptora de las instituciones del estado, tuvieron en la construcción de los nuevos estados.

La ética nada tiene que ver en esta historia. Una crisis es un nicho de oportunidad y mientras mayor sea la crisis, las oportunidades se multiplican.

Para la corrupción institucionalizada, un periodo de crisis, sobre todo si esta toca a lo esencial del ser humano, se convierte en la mejor plataforma para fortalecer al líder y darle coherencia al grupo. Las crisis, por mas devastadoras que sea la forma en la que se presenten: una guerra mundial, un terremoto en Haití, una hambruna en África o una pandemia, le aseguran a las mafias promotoras de la corrupción institucionalizada, jugosas ganancias.

Frente a una crisis, la política moderna desaparece y en su lugar aparece la negociación, el regateo, el “toma y daca” entre quien encabeza la corrupción institucionalizada y los grupos susceptibles de beneficiarse con las acciones de emergencia que se tomen. Las pequeñas y medianas empresas son obligadas a cerrar, las grandes se expanden, someten a las pequeñas, imponen sus dinámicas y reglas, controlan el mercado.

De la actual crisis mundial del coronavirus, el Estado de Jalisco saldrá fortalecido. Su gobernador, sus élites económicas saben cómo enfrentar tiempos difíciles.

La corrupción institucionalizada es un efectivo blindaje y una segura fuente de enriquecimiento. Estamos preparados.

Doctor en Historia por la Universidad de París. Profesor investigador en la UdeG
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