Con la credibilidad herida dijo como quien no se entera de que está sobre la lumbre: “Yo no contesto mentiras y esa va a ser mi posición hoy y todo el sexenio. Nomás yo les digo una cosa, durante muchos años he hecho una carrera política y ningún periodiquito va a inventarme una historia de corrupción. Despreocúpense, no hay nada que esconder”.
Y lo dijo el Gobernador de Jalisco mientras alguien borraba el historial de Internet que contaba cómo Mariel Rodríguez Printzen, representante de las dos empresas que participaron en la licitación para la renta de maquinaria por más de 3 mil 634 millones de pesos, trabajó para las notarías del papá y el hermano de Enrique Alfaro Ramírez, según lo consignó el “periodiquito” NTR.
Los datos, las pruebas, las contradicciones en la historia del boleto que los llevó al estadio, la misma dirección para las distintas empresas, todo señala el inadmisible y sobre todo innegable estercolero. Sin embargo tener muchos años haciendo carrera política te permite, al parecer, tapar el sol con un faraónico dedo.
¿En serio? ¿Ése es el nivel?
Primero al señalar “todo mi sexenio” deja entrever que la ratificación es cosa que no importa y segundo si tener una carrera política larga sirve como escudo contra todo juicio y acusación yo me pregunto, ¿cómo entonces acusa y señala a Cruces, el ex Secretario de Salud de corrupción? ¿No bastaría que Cruces dijera “a mi ningún gobernadorcito me va a inventar un escandalito” para librarse de toda duda?
Ese es el problema de la credibilidad, de la estatura moral de un mandatario. Es cierto que aquí se puede hacer todo sin que pase nada en el ámbito de lo legal, que puede un Gobernador poner a la contralora que él ratificó a revisar licitaciones en el más puro estilo Virgilio Andrade, a sabiendas de que el resultado le será favorable, pero ¿quién le va a creer a la Contraloría cuando lo exculpe?
Lo que hay que medir, lo que hay que tomar en cuenta, es el desgaste que le generará su exculpación cínica en el único bastión real de Movimiento Ciudadano a nivel nacional y eso se va a dimensionar con claridad en la elección intermedia.
¿Cuánto desgasta desaparecer el Instituto de la Mujer? ¿Cuánto denunciar a Cruces Mada y no hacerle nada? ¿Cuánto más decir que la inseguridad está bajando y que las muertes son asunto entre criminales? ¿Cuánto costará ir a ver a los Lakers en primera fila?
El desgaste del escándalo, la investigación que inevitablemente será un fiasco y una decepción restará al Gobernador fuerza, es decir su habilidad para mandar se verá acotada, porque el Gobernador nomás no quiere entender que una reputación construida en veinte años puede dilapidarse, cómodamente, en tres meses de gobierno.
Para perder el prestigio y la credibilidad la mejor receta son las contradicciones entre el decir y el hacer.
En el caso de nuestro Gobernador, al ser el representante único del poder, el rey de Movimiento Ciudadano, el desgaste es mayor y cuando una licitación sucia sale a la luz y en lugar de dar la cara, una de sus frases favoritas, quiere calmar la tormenta con bravatas, llamando a quienes lo cuestionan mentirosos y tratando de que una investigación interna le lave la cara olvidando que todavía está fresca en nuestra memoria el fiasco de la investigación de la casa blanca, está que claro el resultado será, casi obligadamente, la pérdida de la confianza y la credibilidad.
Un político sin credibilidad no tiene futuro, no va a ninguna parte y su pasado deja de avalarle para lo que vendrá, al contrario, lo desgasta. Esto lo convierte en otra cosa: en un hombre que no tiene nada a lo que apostarle en seis años y por lo tanto no tiene nada que perder al empeñar el Estado y hacer negocios sucios en lugar de gobernar bien en aras de usar el cargo como trampolín.
Largo será el sexenio que empieza con descrédito.