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2019-02-11
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Alfaro, un retroceso para la democracia en Jalisco

Vienen tiempos difíciles para la política y la democracia en Jalisco. Dicho en otras palabras, desde el Gobierno del Estado se gestan serios obstáculos para que los ciudadanos ejerzan plenamente su ciudadanía. Desde los primeros meses de su gestión, el Gobernador del Estado, Enrique Alfaro Ramírez, optó por desconocer la agenda política de los ciudadanos... Read More

Vienen tiempos difíciles para la política y la democracia en Jalisco. Dicho en otras palabras, desde el Gobierno del Estado se gestan serios obstáculos para que los ciudadanos ejerzan plenamente su ciudadanía.

Desde los primeros meses de su gestión, el Gobernador del Estado, Enrique Alfaro Ramírez, optó por desconocer la agenda política de los ciudadanos y se prepara para implementar la propia, diseñada de acuerdo a sus intereses particulares encaminados principalmente a su futura postulación como candidato a la Presidencia de la República en las próximas elecciones.

La búsqueda de una mayor presencia en la política nacional, lo lleva a minimizar, o intentar hacerlo, los problemas mas urgentes que enfrentan los ciudadanos del Estado de Jalisco.

Los feminicidios, las desapariciones forzadas, los asesinatos, la violencia cotidiana encarnada en el acoso a las mujeres estudiantes o trabajadoras, los robos a casas habitación, los asaltos callejeros, las extorsiones, los secuestros, los robos y asesinatos en las inmediaciones de los centros escolares, se convirtieron para el Gobernador en problemas domésticos secundarios cuya solución depende de simples cambios en la estructura burocrática correspondiente.

La desaparición del Instituto Jalisciense de las Mujeres evidenció un estilo personal de gobernar que refleja la prioridad de sus intereses muy cercanos a una derecha conservadora, autoritaria, empeñada en considerar a los ciudadanos como menores de edad, ignorantes de aquello que les conviene y beneficia, a los cuales hay que guiar por el buen camino, no importa si para ello se recurre a la dureza.

Como un buen Patriarca responsable de guiar a su pueblo, el Gobernador está convencido de que éste algún día le reconocerá sus buenas acciones y lo compensará votando por él para Presidente de la República.

El sentir que está haciendo las cosas bien, lo correcto, lo que es debido, lo lleva a realizar actos propios de la vieja política autoritaria que se creían desterrados en estos tiempos de democracia, participación ciudadana y respeto a las decisiones individuales, aun a aquellas de los militantes del partido en el gobierno.

Recurrir al viejo madruguete, a la aplanadora parlamentaria y a la manipulación de los diputados del partido en el gobierno, ya no se considera parte de una astucia política empleada para evidenciar la minoría de la oposición.

ESCUDARSE EN LA VOZ DE LAS MUJERES QUE LE OBEDECEN PARA INSULTAR Y VIOLENTAR A OTRAS MUJERES, TAMPOCO ES UN ACTO QUE DIGNIFIQUE A LA POLÍTICA MODERNA.

Mentir, insultar a periodistas, rehuir al debate propuesto por grupos ciudadanos, asegurar que su agenda es más importante que los temas propuestos por estos grupos, no es hacer política moderna. No es fortalecer a la democracia. No es construir ciudadanía. No honra la figura de un Gobernador.

Actuar de esa forma en una época de globalización, de respeto a las minorías, de reivindicación al derecho a la información y de construcción de una ciudadanía diversa y plural, es un acto de deshonestidad, de cobardía, de autoritarismo, de soberbia.

En otras palabras, el actuar del Gobernador significa un retroceso para el raquítico andar de la democracia en el Estado, y un darle la espalda al ejercicio de la política moderna.

Doctor en Historia por la Universidad de París. Profesor investigador en la UdeG
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