En las semanas posteriores a la elección del primero de julio, los priistas de Jalisco organizaron las primeras reuniones para revisar lo que sucederá con el partido. En algunos encuentros hubo críticas y cuestionamientos, y hasta la admisión de uno que otro error. Sin embargo, el pesimismo entre los militantes del PRI es tal que, tal vez, lo primero que tendrían que resolver es si realmente quieren salvar al partido.
Entre quienes todavía toman decisiones, más por inercia que por otra circunstancia, consideran que una mala señal para los cambios que tendrían que empezar a darse fue la elección de Claudia Ruiz Massieu como presidenta del partido a escala nacional. Los análisis coinciden en que se dejó ir la oportunidad de un cambio radical y de lanzar un mensaje de que “los mismos” que llevaron a la debacle al tricolor están dispuestos a hacerse a un lado.
Para los priistas de Jalisco, la permanencia de quien era secretaria general del partido, ahora como presidenta, significa que ese grupo se aferrará a los despojos que quedaron después de las elecciones y buscarán ser los únicos que tengan interlocución con el nuevo gobierno, más para perpetuar privilegios que para recuperarse.
Esa es la base con la que se pinta un panorama complicado para Jalisco. Empezando porque nadie ve en el actual dirigente, Ramiro Hernández García, intenciones de dejar el cargo. Quienes no están de acuerdo con él, consideran que después de la derrota ha actuado como si no se hubiera dado cuenta.
Las definiciones que quedan al PRI Jalisco son mínimas, pero son las únicas. Por eso sigue la disputa. La más importante, de las de corto plazo, es sobre la coordinación de la bancada en el Congreso del Estado, donde Ramiro Hernández respalda a Mariana Fernández Ramírez.
DESDE EL EQUIPO DEL GOBERNADOR ELECTO, ENRIQUE ALFARO RAMÍREZ ASEGURAN QUE NO PERMITIRÁN QUE MARIANA FERNÁNDEZ SEA EL PUENTE DE COMUNICACIÓN, YA QUE EL FUTURO MANDATARIO TIENE, ADEMÁS DE DIFERENCIAS POLÍTICAS, UNAS QUE PARECEN MÁS FUERTES, LAS FAMILIARES.
Esta versión es asumida por quienes impulsan a la secretaria general del PRI como “grilla” de otro diputado electo, Héctor Pizano, a quien al mismo tiempo señalan de ser demasiado cercano a Alfaro.
A mediano plazo, los priistas también tendrán que revisar lo que sucederá con lo poco que les queda, cómo y quiénes sobrevivirán en la política con esto y quiénes se quedarán para el proyecto de recuperación a tres años.
Entre estas revisiones, hay cuestionamientos ante las versiones de que el gobernador Aristóteles Sandoval quiere quedarse con el partido, para lo cual pretende que el próximo presidente sea Manuel Alfaro. Así, lo que se reconstruya será para este grupo.
A las diferencias y falta de confianza entre los priistas, se suma el desánimo. En corto, muchos priistas de trayectoria vaticinan la desaparición del PRI.
Ante este panorama, antes de resolver qué tipo de partido quieren los priistas, primero tendrán que decidir si realmente quieren que su partido siga existiendo.