El concepto desarrollo sustentable es el resultado de una acción concertada para impulsar un modelo de desarrollo económico compatible con la conservación del medio ambiente y con la equidad social.
Sus antecedentes se remontan a los años 50, cuando comienzan a nacer las preocupaciones en torno a los daños al medio ambiente causados por la devastadora segunda guerra mundial. Sin embargo, es hasta finales de los 80 cuando la Comisión Mundial del Medio Ambiente y del Desarrollo (CMMAD) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) presenta el informe “Nuestro Futuro Común”, conocido también como “Informe Brundtland”, en el que se difunde y acuña la definición más conocida sobre el desarrollo sustentable:
“Desarrollo sustentable es el desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”.
El desarrollo sustentable ha constituido un “manifiesto político”, es decir, se ha elevado como una poderosa arenga que se dirige a ciudadanos, organizaciones civiles, empresas y gobiernos para impulsar acciones, principios éticos y nuevas instituciones orientadas a un objetivo común: la sustentabilidad.
En concordancia con lo anterior, a nivel internacional el desarrollo sustentable se afirma sobre varios ejes analíticos, entre los que destacan: Un desarrollo que tome en cuenta la satisfacción de las necesidades de las generaciones presentes.
Esta tesis plantea que se requiere inexorablemente de la participación política para crear nuevas instituciones aunadas a los cambios culturales que permitan reducir la exclusión social, esto es, que reorganicen la vida cotidiana y la reproducción social. Para ello se requiere abordar aspectos como: El patrón demográfico. La reducción de la mortalidad y las grandes concentraciones de población que se están integrando a la sociedad de consumo, entre otros aspectos, han ocasionado un crecimiento exponencial en la demanda de alimentos, que deriva en una crisis alimentaria en algunas partes del mundo; es por esto que se requiere actuar sobre el patrón demográfico, por ejemplo, planear el crecimiento de las urbes y establecer planes concretos de expansión y racional explotación y dotación de los servicios básicos indispensables para garantizar la idoneidad de los asentamientos, evitando la proliferación sin orden de la mancha urbana y las consecuencias de la falta de los elementos imprescindibles como el agua potable; pero privilegiando, protegiendo y preservando las naturales áreas que nos proveen de dichos recursos.
La equidad social. La solidaridad intrageneracional es otro aspecto elemental en el desarrollo sustentable.
Para esto se requiere redefinir políticas y metas para lograr una mayor equidad en la distribución del ingreso y reducir así las brechas entre la pobreza y la riqueza desde un punto de vista real y no ideológico, pues no se trata de buenas intenciones, sino de acciones concretas y eficientes a partir de las potencialidades y de la natural vocación de zonas y regiones, así habrá lugares donde por ejemplo la apuesta sea el turismo, el comercio, la ganadería, los servicios, etc. Para alcanzar la equidad es necesario que haya crecimiento económico pero que éste genere empleos; que sea más equitativo, es decir, que los frutos del trabajo beneficien a todos y no sólo a unos cuantos; que incluya las voces de las comunidades a través de la democratización; que sea un crecimiento que afiance la identidad cultural; un crecimiento que cuide los recursos naturales y el medio ambiente. Y no se trata de descubrir el hilo negro o inventar el agua tibia, desde hace décadas sabemos cuáles son como Estado nuestras oportunidades y debilidades, conocemos lo que funciona y lo que meramente podría ser una ocurrencia, lo que ha faltado en el peor de los casos es la voluntad de los gobiernos en turno para impulsar lo que sabemos que es bueno y saber decir no a lo que sería tiempo y dinero perdidos. Y en el otro sentido, de lo que hemos adolecido es de la falta de continuidad, pues lo único que ha sobrado es esa malsana idea de querer reinventar cada 3 o 6 años la manera de afrontar las cosas, con un ánimo individualista y egoísta de querer hacer menos el trabajo previamente hecho y soslayar lo que otro gobernante haya diseñado por bueno que fuera. Ejemplos hay muchos, basta mencionar uno que tiene que ver con un asunto de la mayor trascendencia, el aseguramiento de dotación de agua para el área metropolitana de Guadalajara, y es que hace más de dos décadas el visionario Gobernador Guillermo Cosío Vidaurri y un grupo de expertos técnicos encontró una solución eficiente, responsable y sustentable para garantizarle por años el suministro de agua de buena calidad a la metrópoli tapatía, pero el proyecto viable y económicamente razonable de aquella época se vio abruptamente frenado por la cerrazón de la política partidista, la estupidez rampante de gobiernos y funcionarios improvisados, y lo más grave quizá, la soberbia de creer tener verdades absolutas. Hoy, un cuarto de siglo después, el tiempo y los técnicos le siguen dando la razón al proyecto del Gobernador Cosío, y así ha sido dado a conocer profusamente. Por supuesto los costos económicos y sociales, ahora serán diametralmente mayúsculos. Si este ejemplo no nos deja una reflexión, como sociedad deberíamos reconocer aunque sea de manera interna que no podemos darnos el lujo de equivocarnos otros 26 años más.
Nuevas políticas para nuevas instituciones. La reforma política es una condición necesaria para el desarrollo sustentable y a través de ella reducir la desigualdad social y evitar la destrucción del medio ambiente, promoviendo decisiones políticas integrales que cuando, por ejemplo, traten aspectos económicos no dejen de lado el impacto social o ambiental que esa política tendría.
Un desarrollo respetuoso del medio ambiente
La premisa central que sostiene esta tesis implica que el desarrollo no debe degradar el medio ambiente biofísico ni agotar los recursos naturales. Esta premisa es la que le ha dado sentido a toda la concertación internacional desde la Cumbre de Estocolmo en 1972, que pasa por el informe “Nuestro Futuro Común” en 1987, pero sobre todo con un sentido estratégico a partir de la Cumbre de Río en 1992, promoviendo la reflexión sobre cómo compatibilizar las necesidades y aspiraciones de las sociedades humanas, con el mantenimiento de la integridad de los sistemas naturales. Además, se reconoce que el deterioro ambiental de las actividades humanas no es un fenómeno homogéneo, sino que depende de los estilos de desarrollo, el modo de vida y las condiciones del entorno. Aquí por ejemplo un trasnochado gobernante vendió la idea de que para promover la entidad y fomentar turismo y desarrollo económico y comercial, sería bueno ser la sede de una justa deportiva de envergadura continental; la idea como tal no era mala, lo pésimo fue la ejecución y la impropia decisión de llevar la sede de la justa a una zona de recarga natural de mantos freáticos que vino a alterar de manera gravísima el entorno, ello sin contar que de manera alterna todo lo que estuvo alrededor de los juegos deportivos estuvo envuelto en corrupción e inaceptable derroche y desvío de recursos económicos que al final sirvieron para financiar negocios privados a muchos aun impunes ex servidores públicos que sin empacho ni vergüenza se siguen placeando por la ciudad.
Un desarrollo que no sacrifique los derechos de las generaciones futuras
Si bien es difícil definir cuáles podrían ser las necesidades básicas de las generaciones no nacidas, qué deberán satisfacer y cómo lo harán, la justicia intergeneracional es una condición ligada tanto a la equidad social como a la conservación del medio ambiente en el momento actual. En otras palabras, la pobreza no puede aumentar ahora ya que los pobres no pueden ser más pobres en el futuro.
De esta manera, la noción de desarrollo, centrada principalmente en el crecimiento material progresivo, ha sido desafiada por una visión más amplia, compleja y holística –donde lo cuantitativo está subsumido en lo cualitativo– que articula el cuidado del medio ambiente, así como la integridad de los ecosistemas, las relaciones sociales solidarias orientadas hacia la equidad y los entornos institucionales de la política para el ejercicio de la gobernanza democrática. Desde esta perspectiva, el concepto desarrollo sustentable emerge como una propuesta conceptual que articula al menos cinco premisas: la económica, la ambiental, la social, la política y la cultural. Dentro de estas dimensiones se abarcan temas como la equidad, las oportunidades de empleo, el acceso a bienes de producción, los impactos ambientales, el gasto social, la igualdad de género, el buen gobierno, una sociedad civil activa en términos de participación social, entre otros, considerándose tanto aspectos cuantitativos como cualitativos del desarrollo, siendo ello un reto y una tarea en la que todos debemos participar y aportar.
México es uno de los países más megadiversos del mundo, se estima que en nuestro país se encuentra el 12% de la diversidad terrestre del planeta. Ocupa el primer lugar en el mundo en riqueza de reptiles, el segundo en mamíferos y el cuarto en anfibios y plantas.
El desarrollo económico de los últimos años no hay que negarlo, nos ha beneficiado enormemente, pero también ha afectado la biodiversidad y al medio ambiente del país. Actualmente nuestra nación enfrenta un gran desafió, debe continuar con su desarrollo económico y mejorar la calidad de vida de su población a la vez que debe proteger sus riquezas naturales para las futuras generaciones, es decir, debe lograr un desarrollo sustentable.
Si bien en general los indicadores nos dicen que México está lejos de lograr un desarrollo sustentable, existen muchas razones que son ejemplos en otras latitudes para pensar que en un futuro próximo éste se logre, pero solo si desde ahora le apostamos a ser racionales en la explotación de los recursos y enfáticos en la protección del entorno natural para garantizar justamente la sustentabilidad. Lo mismo podemos hacer en Jalisco, máxime que recientemente se ha registrado un importante repunte en las actividades agroalimentarias lo que nos ha significado como entidad federativa el reconocimiento nacional, lugar histórico de Jalisco que se perdió cuando los improvisados gobiernos arribaron al Estado y nos arrebataron la grandeza en ese y otros rubros más. A la fecha se registra importante recuperación, el reto ahora es mantenernos como el más importante productor agropecuario de la nación a la par que fomentamos la preservación del medio ambiente.
El agotamiento de los recursos minerales, forestales y energéticos como porcentaje del Producto Interno Bruto PIB de México disminuyó desde 10.2% en 1980 hasta 3.84% en el 2000, año en el cual la tendencia cambió y se incrementó hasta 5.7% en 2010. Esto demuestra como México sigue siendo un país que depende en gran medida de su riqueza natural en su desarrollo económico.
Los ecosistemas proveen de bienes y servicios vitales para el ser humano y otros organismos, el sostenimiento de estos es imprescindible para la supervivencia de la sociedad.
La economía debe ir de la mano con la sostenibilidad ambiental para mitigar las consecuencias sociales y ecológicas de las actividades económicas. En términos simples una economía sustentable es un modelo donde el número de personas y el de bienes a su disposición se mantengan en un nivel constante, siendo este nivel ecológicamente sostenible en el tiempo y con la capacidad de satisfacer las necesidades básicas de las personas. Esto requiere de un enfoque que permita el soporte de todos los objetivos como también de concesiones cuando sean necesarias. La economía y la sociedad están restringidas por los límites que impone el medio ambiente, no se pude pretender maximizar la riqueza económica y mejorar la equidad social dejando a un lado el medio ambiente.
El debate sobre el desarrollo económico se centra en cómo promover un crecimiento económico que sea inclusivo.
El reto es mejorar la calidad de vida de millones de personas sin afectar drásticamente el medio ambiente, y tanto en el territorio nacional, como particularmente Jalisco, lo podemos hacer. Para la World Conservation Strategy (1980): Mantener los procesos ambientales fundamentales, preservar la diversidad de especies y el uso sustentable de ecosistemas. Es buscar un desarrollo económico mediante la conservación de los recursos naturales. Esta nueva aproximación enfatiza en suplir las necesidades básicas de los más pobres, lograr cambios culturales y aumentar la participación de las comunidades en los procesos de desarrollo. Pero, estos procesos deben ser sustentables con el medio ambiente. El desarrollo sustentable económico combina elementos de sustentabilidad con los económicos. Esto presenta un desafió enorme para los distintos sectores de la sociedad, en especial porque desafía al consenso económico dominante.
Uno de los elementos claves de esta aproximación al desarrollo es la causación acumulativa. Ésta explica cómo las personas que tristemente han sido orilladas por los modelos, políticas y gobiernos fallidos en pobreza extrema, tratando de sobrevivir causan daños ambientales extensos que causan pérdidas en el corto y largo plazo.
El problema no es que se ponga la supervivencia de las personas por delante del medio ambiente, sino la desigualdad extrema y falta de oportunidades que obliga a muchas personas a acabar con el medio ambiente para sobrevivir.
Es por esto que una de las preocupaciones directas del desarrollo sustentable económico es mejorar los estándares de vida de los más desprotegidos. Esto se puede medir cuantitativamente en términos de alimentos disponibles, ingresos reales, servicios de salud y educación, saneamiento, transporte entre otros. En otras palabras el objetivo principal del desarrollo sustentable económico es reducir la pobreza absoluta, garantizando una calidad de vida alta y minimizando el uso y degradación de los recursos naturales. Esto implica que el crecimiento económico agregado (el crecimiento del PIB) pasa a un segundo plano. Este reto es especialmente cierto en las ciudades donde existen más desafíos y oportunidades para lograr este tipo de desarrollo. Algunas estrategias claves para alcanzar el desarrollo sustentable económico son entre otras: Prevenir la polución y minimizar la producción de residuos. Manufactura basada en el reciclaje. Eficiencia energética. Energías Renovables. Empresas con responsabilidad social y desarrollo tecnológico ambiental.
La huella ecológica es una medida estandarizada de la demanda humana sobre los ecosistemas de la tierra que representa la cantidad de tierra y zona marítima necesaria para suministrar los recursos que una población consume y disponer sus desechos. La biocapacidad total es la capacidad de un área específica, biológicamente productiva, de generar un abastecimiento regular de recursos renovables.
México tiene una huella ecológica de 3 hectáreas per cápita mientras que su biocapacidad total es de 1.5 hectáreas lo que deja a nuestro país con un déficit de 1.5 hectáreas.
Cuando se compara a México con otros países de Latinoamérica con un desarrollo económico comparable se encuentra que tiene una huella ecológica similar a la de estos pero su biocapacidad total es menor lo que causa que tenga un mayor déficit ecológico. Así que como se puede deducir, el trabajo que viene no será sencillo, pero tampoco imposible en la medida que todos, sociedad y gobierno nos involucremos en una dinámica en la que ganar – ganar sea la constante y el cuidado y protección al medio ambiente, una cultura.