MERKEL PREGUNTÓ A TRUMP SI QUERÍA QUE LOS DOS SE DIERAN LA MANO, PERO EL ESTADOUNIDENSE NI SIQUIERA RESPONDIÓ
El ex consejero de Seguridad Nacional del inquilino en turno de la Casa Blanca Donald Trump, Michael Flynn, recibió más de 50,000 dólares en 2015 por parte de tres empresas rusas o vinculadas con Rusia, según documentos dados a conocer en el propio Congreso de los Estados Unidos.
General retirado y director de inteligencia militar bajo la administración de Barack Obama, Flynn recibió 33,750 dólares por haber participado en una gala de aniversario de la cadena rusa Russia Today, cercana al Kremlin, en diciembre de 2015.
Ya se conocía su participación en ese evento, en el que se lo vio sentado al lado del presidente Vladimir Putin durante la cena, pero se desconocía hasta ahora el monto de su remuneración.
Funcionarios demócratas de la comisión de investigación permanente de la Cámara de Representantes obtuvieron y publicaron varios documentos, como mensajes, recibos y un cheque que revela el monto de la transacción, al igual que gastos de transporte y hospedaje que también fueron pagados.
Las reglas del Departamento de Defensa prohíben a sus oficiales, incluso los retirados, percibir remuneraciones de gobiernos extranjeros.
Flynn también fue beneficiado con 11,250 dólares en agosto de 2015 por la compañía aérea rusa Volga-Dnepr y con otros 11,250 dólares en octubre de ese mismo año por la filial estadounidense de la gran empresa rusa de ciberseguridad Kaspersky Lab.
El militar se convirtió en uno de los consejeros cercanos del candidato Trump durante la campaña de la primaria presidencial republicana en 2016.
Flynn también había recibido 530,000 dólares por actividades de cabildeo en beneficio de Turquía entre agosto y noviembre de 2016, época en la que aconsejaba a Trump.
Fue nombrado consejero de Seguridad Nacional pero fue forzado a dimitir el 13 de febrero, después de la revelación de contactos repetidos con el embajador ruso en Estados Unidos sobre las sanciones de Washington contra Moscú.
Lo anterior es solo un botón de muestra. A poco de cumplir dos meses en la Casa Blanca –cuando la mayoría de los mandatarios disfruta de una dulce luna de miel, el camino de Donald Trump pese a lo que él mimo diga va cuesta arriba. El xenófobo pretendía arrasar como un huracán en las primeras semanas de su mandato, pero buena parte de sus promesas han sido frenadas por el Congreso, la justicia y su propia inexperiencia.
El primer presidente que jamás había ocupado un cargo público en la historia de los Estados Unidos, el mismo que llegó al poder con la intención de “drenar el pantano de Washington”, sufre ahora el rigor que la capital mundial del poder aplica a los recién llegados. Por ahora no ha podido concretar demasiado. De hecho, buena parte de su gabinete no ha sido aún nominado porque enfrenta la desconfianza del Senado, en manos irónicamente de los suyo, los republicanos.
Leyes clave enfrentan serias dificultades. Trump asumió con la promesa de derogar el “Obamacare”, el programa de salud del anterior presidente, considerado un “desastre” por el magnate. Pero cuando llegó a la Casa Banca tuvo que admitir que el tema era mucho más complejo de lo que había previsto. Era obvio que no tenía un plan real de reemplazo y ahora debe pasar sobre el Congreso.
El plan de Trump y el líder republicano Paul Ryan ya no obliga a los estadounidenses a comprar un seguro y deja al sistema al albedrio del mercado, algo que agrada a los conservadores. Pero un informe independiente reveló que el nuevo programa dejaría afuera de la cobertura a por lo menos 14 millones de estadunidenses el año que viene y 24 millones dentro de 9 años. Los más vulnerables se verían desprotegidos.
Los demócratas por supuesto nunca le aprobarán ese plan. Pero también hay una gran masa de republicanos que no lo aceptan. El plan recorta demasiados beneficios, sobre todo a los estados, y ellos ya piensan en las elecciones legislativas del año próximo, cuando tengan que volver a pedir apoyo a los votantes. La salud es uno de los temas más sensibles para los estadounidenses y Trump enfrenta ahora un Congreso que no le dejará pasar cualquier plan. De hecho, un grupo de gobernadores republicanos elaboró estos días un proyecto alternativo que da más opciones a los estados y que mantiene con cobertura a más personas que el proyecto oficial.
El presupuesto que Trump presentó esta semana también augura duras batallas. Propuso un inédito aumento de 10% en gastos de Defensa (lo lleva a 52,700 millones de dólares), un 7% para Seguridad Nacional y un 6% para veteranos.
Pero los recortes son durísimos: un 31% menos para la protección del medioambiente, un 29% para los programas de ayuda al exterior del Departamento de Estado y menos dinero también para Trabajo, Agricultura y Justicia. También sufrirá cultura, con mermas en la promoción del arte, la radio y la televisión públicas.
Con la ley de salud y el nuevo presupuesto se ve claramente la paradoja: granjeros, clase media baja conservadora del interior brindan continuamente sus votos a empresarios de Wall Street, abogados y ejecutivos –quienes están completamente lejos de su mundo- a pesar de que los planes de esa élite jamás los han beneficiado.
Gran parte del territorio central de los Estados Unidos sufrirá particularmente recortes a los beneficios de salud y programas sociales “que no funcionan”, según Trump, y es probable que sus fuentes de agua –no las de Nueva York o Los Ángeles- sean contaminadas. En tanto, la Bolsa es un festival de incrementos desde que asumió el nuevo presidente.
Algo que sí podría beneficiar a millones de trabajadores -el tan promocionado megaplan de infraestructura– aún no ha sido anunciado formalmente porque se estima que enfrentará también una dura discusión en el Congreso.
Otra de sus promesas clave tampoco encuentra la salida. La justicia en varios estados volvió a bloquear esta semana la nueva versión del decreto que pretendía cerrar las fronteras a los refugiados y a los inmigrantes de varios países musulmanes que son supuestamente sospechosos de terrorismo porque insiste en que es discriminatoria. Asoma una nueva batalla legal que golpea seriamente las aspiraciones del presidente de “frenar el terrorismo”.
Mientras tanto, Trump tiene que lidiar con el escándalo de espionaje ruso, las consecuencias de sus tuits desenfrenados y con un mundo que mira incrédulo sus vaivenes en política exterior.
Es verdad que Trump ha podido cumplir con algunas promesas de campaña, aunque no las fundamentales. A través de órdenes ejecutivas que son más bien intenciones, ordenó retirarse del tratado de libre comercio transpacífico (TPP), relanzar el proyecto de oleoducto Keystone XL y congelar los sueldos de funcionarios. Derogó también tres leyes de la era Obama sobre regulación de finanzas, medioambiente y armas de fuego. Pero ninguna ley clave ha sido aún adoptada.
En ese mismo lapso, Barack Obama ya había firmado una ley trascendental que le permitía relanzar la economía tras la crisis de 2008. Trump no ha podido aprovechar todavía las mieles de los primeros 100 días.
En otro tema que le ha dado la vuelta al mundo, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y la canciller alemana, Angela Merkel, protagonizaron una gélida reunión en la Casa Blanca, dejando al descubierto sus diferencias en temas centrales, como migración y comercio internacional.
El helado ambiente entre los dos dirigentes quedó brutalmente en evidencia cuando los dos posaban para fotógrafos y camarógrafos en el Salón Oval y Trump evitó el protocolar estrechón de manos.
Ante el insistente grito de los fotógrafos por el gesto, Merkel preguntó a Trump si quería que los dos se dieran la mano, pero el estadounidense ni siquiera respondió. Luego, en una conferencia de prensa, se dieron la mano.
El portavoz de Donald Trump desmintió que el presidente estadounidense rechazase deliberadamente estrechar la mano a Angela Merkel, frente a las cámaras el viernes durante un encuentro en Washington.
«El hecho de que el presidente de Estados Unidos no oyera o ignorara la propuesta de Angela Merkel fue considerado por los medios alemanes como sintomático de la atmósfera general del encuentro, durante el que aparecieron claramente las diferencias entre ambos dirigentes, ya sea sobre la inmigración, el comercio o sobre los gastos militares en la OTAN.reo que no oyó la pregunta» de la canciller alemana, declaró este domingo Sean Spicer a la página web de la revista alemana Der Spiegel.
Ambos ofrecieron una conferencia de prensa conjunta en la que el grueso de las preguntas se dirigió a Trump, ya sea por su polémica propuesta de reforma del sistema de salud o su aún más polémica denuncia contra Barack Obama por supuesto espionaje.
Al ser consultado sobre su denuncia de haber sido espiado por Obama durante la campaña electoral, Trump bromeó que él y Merkel tenían «una cosa en común», ya que las comunicaciones de la dirigente alemana fueron interceptadas por la Agencia de Seguridad Nacional (NSA). Merkel no se rió de la broma.
Durante la campaña que lo llevó a la Casa Blanca, Trump criticó a Merkel por dejar que centenares de miles de refugiados entraran en Alemania, pero ahora deberá buscar su apoyo para exigir que los países que integran la OTAN paguen más para abordar sus necesidades en defensa.
En la entrevista, Trump se manifestó en favor de un intercambio comercial justo y recíproco, y rechazó que pueda ser visto como un «aislacionista».
Ante una pregunta formulada a Merkel en la rueda de prensa, sobre los efectos de las políticas «aislacionistas» de la Casa Blanca, Trump intervino para negar esa visión y decir que es favorable a un comercio «justo».
«No creo en políticas aislacionistas. Creo que una política comercial debe ser justa y Estados Unidos ha sido tratado de forma muy, muy injusta por varios países y eso debe terminarse. Pero no soy un aislacionista», dijo.
El estadounidense dijo que defiende «un comercio libre, pero nuestro comercio libre nos ha conducido a un montón de cosas malas», como un pesado déficit comercial y la «acumulación de deudas».
Tras 11 años en el poder y gran experiencia en tratar mandatarios extranjeros, Merkel tuvo una estrecha relación con los predecesores de Trump, el demócrata Barack Obama y el republicano George W. Bush, y se espera que busque construir también una relación fuerte con Trump pese a sus importantes diferencias.
Después de la visita, Donald Trump acusó a Alemania de deber «sumas enormes de dinero» a la OTAN, y afirmó que Berlín debería pagar más a Estados Unidos en materia de defensa.
«Alemania debe sumas enormes de dinero a la OTAN y Estados Unidos debe recibir un mayor pago por la poderosa, y muy onerosa defensa que proporciona a Alemania», tuiteó el estadounidense un día después de reunirse con la canciller alemana, Angela Merkel, en Washington.
En un tuit previo desde su lujosa residencia en Florida, Trump afirmó que tuvo una «EXCELENTE» reunión con Merkel, rechazando las afirmaciones de la prensa acerca de que el encuentro fue gélido y dejó al descubierto las diferencias entre ambos líderes en asuntos como migración y comercio internacional.
Durante la conferencia de prensa conjunta realizada tras el encuentro del viernes, Merkel dijo que se comprometió con el estadounidense a aumentar los gastos de defensa de Alemania.
«Nos comprometemos hoy a un objetivo de 2% (del PIB) hasta el año 2024″, dijo Merkel.
El gobierno alemán no tenía previsto responder este sábado y un portavoz se remitió simplemente a las declaraciones de Merkel durante la conferencia de prensa.
Sin embargo, dos exembajadores estadounidenses ante la OTAN durante la administración Obama, criticaron la lógica de Trump.
«No se trata de un documento contable con una columna de crédito y una de débito. Se trata de un programa de inversiones a diez años y los aliados hacen progresos, lentamente», explicó Douglas Lute. Por su parte, Ivo Daalder, escribió en una decena de twits que «no se trata de una transacción financiera, en la que los países de la OTAN pagan a Estados Unidos por la defensa, se trata de nuestro compromiso con un tratado».
«Estados Unidos está fuertemente comprometido militarmente en la OTAN. Pero no es por agradar a Europa. Es vital para nuestra propia seguridad», agregó.
Los reproches de Trump no son nuevos: de hecho fueron asuntos que planteó durante la campaña electoral, en la que subrayó que Estados Unidos, gasta más de 3% de su PIB en defensa y carga con la mayor parte de los costos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
La retórica electoral de Trump hizo mella y colocó sobre la mesa el financiamiento de la OTAN entre los miembros que han reducido durante años sus presupuestos militares.
Las veladas críticas de Trump cobraron mayor importancia en momentos en que los aliados europeos perciben una postura cada vez más agresiva de Rusia tras la anexión de Crimea y el apoyo a los rebeldes de Ucranaia.
Y también preocupa a Europa la actitud más flexible que Trump ha exhibido hacia Moscú.
En 2014, los Estados miembro de la OTAN acordaron aumentar sus gastos militares hasta alcanzar un 2% de su PIB en 10 años.
El PIB de Estados Unidos representa un 46% de la riqueza acumulada de los países aliados, pero sus gastos militares ($679,000 millones de dólares en 2016) representan el 68% del total de los presupuestos de defensa de los 28 integrantes de la OTAN.
Aparte de Estados Unidos (3.36% del PIB), solo Reino Unido (2.17%), Polonia (2.01%), Estonia (2.18%) y Grecia (2.36%) alcanzan el objetivo marcado en 2014, según las estimaciones de la OTAN de 2016.