La permanente sonrisa de Ricardo Anaya, el joven presidente del Partido Acción Nacional (PAN), se transformó luego del resultado de las elecciones del pasado 5 de junio. De ser una sonrisa fija, casi impostada, en todas sus apariciones televisivas y publicitarias, se ha convertido en una sonrisa destemplada.
Y no es para menos: las siete gubernaturas que ganó el PAN en dichos comicios Ricardo Anaya los está promocionando como una victoria propia: nunca el PAN había ganado tantas elecciones, “ni siquiera cuando tuvimos la presidencia de la república”, dice el joven dirigente y agrega eufórico que ahora el PAN gobernará 40 millones de mexicanos.
Ricardo Anaya tiene motivos para sonreír, pues la victoria le da una ventaja en las disputas internas por el poder y las candidaturas dentro de Acción Nacional. Algunos incluso piensan que podría ser el candidato a la presidencia en lugar de Margarita Zavala, la esposa de Felipe Calderón, el presidente que embarcó a México en una guerra interna.
Tiene razón Ricardo Anaya en sonreír si se toman en cuenta las disputas internas panistas, pero creo que se equivoca rotundamente al tratar de fundar su victoria en éxitos de campaña panista. Ricardo Anaya se ha convertido en un maestro de la autopromoción publicitaria. En un video circulado en redes sociales un día después de las elecciones del 5 de junio dijo: “Fuimos muy duros en esta campaña: cuestionamos ineficacia del PRI, la inseguridad en Tamaulipas, la corrupción en Veracruz y el endeudamiento en Quintana Roo”.
Según el dirigente, con aspiraciones presidenciales, la victoria de Acción Nacional se debe a la astucia de su partido. Y remata su spot de autopromoción presidencial vendiendo una idea falsa para los mismos panistas y para los mexicanos. Según Anaya, el PAN está “en ruta franca para ganar en 2018 la presidencia de la república”, y luego con una retórica grandilocuente sostiene que México sí tiene alternativa de cambio a la ineficiencia, corrupción, inseguridad y endeudamiento de los gobiernos priistas: su partido. “Sí hay alternativa para México. Hoy se confirma una nueva ilusión, la ilusión del cambio, de hacer las cosas de manera distinta y mejor, del cambio sensato, del cambio para mejorar. Ese cambio, esa alternativa, esa ilusión se llama Acción Nacional”, dice con su enorme sonrisa que parece estar a punto de saltar de su cara.
Pero creo que Ricardo Anaya se equivoca en su análisis, en su retórica y en sus pronósticos. El PAN no ganó por la astucia y la acertada estrategia panista: la elección pasada fue una derrota de los gobiernos priistas que han sumido al país en la guerra, la explotación del trabajo, el despojo de tierras y bienes comunes y el aumento de la corrupción y la impunidad.
Ganó el PAN porque supo aliarse al otro tercio que conforma el Pacto por México (el PRD), porque postuló a candidatos priistas y porque ha sabido utilizar mañas y tretas para ganar elecciones.
Se equivoca rotundamente Ricardo Anaya si cree que puede posicionar a su partido, en ruta a las elecciones de 2018, como el partido del cambio y la ilusión, como dice en su mensaje propagandístico.
El PAN tuvo la oportunidad de hacer un cambio profundo y radical, es decir histórico, y lo echó a perder. Los gobiernos presidenciales de Vicente Fox y Felipe Calderón pudieron demostrar que podrían gobernar distinto al PRI y en cambio se demostró que la clase política panista se convirtió en apenas en doce años en todo lo aborrecible que cuestionaban al PRI: las mismas políticas económicas y sociales, el gobierno para servirse no para servir, para enriquecerse y despilfarrar los recursos.
Fox y Calderón despilfarraron más la riqueza petrolera que José López Portillo y Miguel de la Madrid juntos: en los dos sexenios panistas llegaron al país 420 mil millones de dólares de ingresos por venta de petróleo, cuyo precio alcanzó el pico histórico de más de 100 dólares por barril. Esos recursos pudieran pagar con holgura el sistema educativo, el sistema de salud y el sistema de seguridad social universal para todos los mexicanos, pero lo despilfarraron en sueldos y gasto corriente de la enorme burocracia federal y una distribución opaca y discrecional de los recursos excedentes del petróleo a las 32 entidades del país.
Además en los sexenios de Fox y Calderón se reforzó el sometimiento de México a Estados Unidos, se diseñó y aplicó la política de vivienda más desastrosa de la historia del país, se estancó la economía, se deterioró el salario 60 por ciento y se dejaron de crear 4 de 6 puestos laborales que demanda la población económicamente activa. Calderón ofreció seis millones de empleos durante su sexenio y apenas creó 2.1 millones.
De tal modo que la sonrisa de Ricardo Anaya, ofreciendo la ilusión del cambio, solo se puede mantener con desfachatez y cinismo. Los mexicanos no comprarán esa sonrisa fingida y mentirosa.
@rmartinmar