
La estrategia es el factor más importante para ganar una campaña. Si no hay una estrategia por escrito es casi imposible que una campaña se gane: entonces reinará el caos, cada quien hará lo que considera que es lo más conveniente y todos estarán tirando la soga en diferentes direcciones.
No es cierto el efecto del contagio, es decir, que la gente vota por el que consideran que va a ganar porque quieren estar con el candidato ganador. Normalmente no tienen muchos efectos reales todos aquellos intentos que se hacen por inflar encuestas o darse como un ganador de una elección antes de que se lleve a cabo. Normalmente, el candidato queda en una situación que los americanos llaman overconfidence, es decir, algo así como iluso o inocente, que no se da cuenta de sus limitaciones.
SI ALGO FUNCIONA, HAY QUE SEGUIR USÁNDOLO, MIENTRAS FUNCIONE Y HASTA QUE DEJE DE FUNCIONAR. ES DECIR, UN MENSAJE, UNA IMAGEN, UN MOVIMIENTO, SI FUNCIONA, NO ES NECESARIO REEMPLAZARLO POR OTRO
Nunca desestimar la inteligencia de los votantes. Además, la gente siempre tiene a la mano la suficiente información para tomar una decisión correcta. Pero lo más importante es que el interesado es quien debe llevarle al votante esa información. Hasta en una charola de plata si es necesario.
Nunca hay que desestimar el impacto de una impopular administración federal. Los votantes siempre tendrán en sus ánimos los efectos negativos de esa administración el día que van a votar.
Siempre la percepción es más importante que la realidad. Cuando la gente tiene una mala idea de un candidato, ya sea de corrupto o de tramposo, no habrá poder humano que los haga cambiar de opinión. Por eso es importante trabajar en la percepción de cómo nos ven los demás.
A veces la opinión pública es peor que la ley. A veces es más barato una multa o una sanción, a que caigas de los ánimos de la opinión pública, pues ésta puede ser más severa.
No hay que complicar las campañas, dicen los expertos. Así, son sólo tres pasos simples los que hay que seguir para ganar una elección: elegir lo que se va a decir, cómo se va a decir y decirlo.
Es muy importante proteger a las bases, a los de casa, a los que ya están de nuestra parte, para poder ir por los demás. Si se desatiende a los de casa, difícilmente los de afuera estarán en condiciones de sumarse.
Es importante que no se crean expectativas exageradas. Aquellos candidatos que con números serios creen que llevan la delantera, no deben prometer lo que no van a poder cumplir porque entonces se la van a cobrar en la próxima elección.
Nunca hay que dejar que un adversario se vaya libre en su camino, sin ningún tipo de obstáculo. No es conveniente las campañas negras cuando no son necesarias, pero tampoco hay que dejar al oponente como si estuviera en un día de campo.
NUNCA HAY QUE DAR LAS COSAS POR HECHO MIENTRAS NO LAS ESTÁN. Y EN ESTO DEBE DECIRSE QUE TODOS LOS DETALLES SON IMPORTANTES
No se debe entrar en pánico con los errores. Si una vez se comete un error, hay que reconocerlo y seguir adelante por otras vías. En las campañas largas se pueden cometer errores. No uno, sino varios errores, pero salvo que sean catastróficos estos errores pueden dejarse atrás en las campañas.
Es importante que un candidato reconozca sus limitaciones porque no tiene que ser un estuche de monerías para todo. Si no es bueno para dar discursos debe plantearse una estrategia para sacarlo del apuro.
Si no es necesario hacer una campaña negra contra el adversario no debe de hacerse. Pero si se tiene qué hacer, hay que hacerla con todo. Normalmente es más fácil hacer que la gente vote contra una persona que a favor de la misma.
Las campañas deben ser divertidas. Así como son también de mucho estrés y trabajo, deben divertir. No hay nada más aburrido que una campaña donde la gente está enojada todo el tiempo, mirándose con recelo entre unos y otros.
Siempre debe iniciarse temprano. Así las eventualidades que saldrán en el día brotarán más rápido y será más fácil reacondicionarse.
Una de las principales respuestas que un candidato debe tener en la punta de la lengua debe ser para la siguiente pregunta: ¿por qué habría de votar por usted y no por su oponente?
Deben analizarse profundamente las derrotas. Normalmente se aprende más de ellas que de las victorias. Así se hace un recuento pormenorizado de las malas decisiones y de las razones que lo llevaron a tomarlas.