En una charla con un legislador federal, éste aseguraba que las negociaciones con los panistas en México eran igual que en Jalisco: dependían de cuántas plazas pudieran tener y cuánto dinero se les asegurara adicional a su salario. No de temas. No de su agenda. No de los compromisos que asumieron con sus electores en campaña.
Miguel Ángel Martínez Espinoza está a punto de asumir la dirigencia del Partido Acción Nacional (PAN) en el estado, una vez que se acabaron los plazos jurídicos para cuestionar su triunfo y sólo esperando que la dirigencia nacional lo valide.
Se echará a la espalda a ese PAN, al que la mayoría de los jaliscienses liga con la corrupción, el chantaje político y los negocios a costa del dinero de los ciudadanos.
EL PAN QUE EN TRES SEXENIOS DILAPIDÓ LA CONFIANZA DE QUIENES LOS LLEVARON AL PODER
En un sistema de partidos políticos como el que tenemos, las características que llevaron al blanquiazul a su estrepitosa caída son, en realidad, un denominador común en diferentes escalas. Por ello, la pregunta que surge ante una nueva etapa, es si en realidad necesitamos al PAN.
El regreso del Partido Revolucionario (PRI) al poder en Jalisco, generó importantes expectativas, sobre todo después del desastre que fue el cierre del gobierno del panista Emilio González Márquez. Pero muy pronto vino la decepción, acentuada por los problemas de imagen del presidente Enrique Peña Nieto. El PRI permitió muy pronto que Movimiento Ciudadano le metiera el pie.
En este escenario, tocará a Miguel Ángel Martínez la tarea de llevar las riendas de un partido que tendrá que decidir entre mantener el camino de corrupción y descrédito por el que ha andado, o se recupera como oposición.
Martínez Espinoza es uno de los pocos panistas que logró salir bien librado en su paso por el servicio público. Un hombre tranquilo, sencillo e inteligente. No fue parte de ningún escándalo cuando tuvo cargos públicos. Un hombre que se formó en aquel PAN que todavía hablaba de principios y doctrina.
Pero también tiene un problema. Su candidatura fue impulsada por la corriente panista que más excesos ha cometido. Esa corriente que supo mantener privilegios, plazas y «comisiones» desde la oposición, muchas veces a través del chantaje.
El reto de Miguel Ángel Martínez será sacudirse a ese PAN. Tendrá la nada fácil tarea de regresar a ser una verdadera oposición, esa que en el inevitable sistema de partidos, termina por ser necesaria.