EL EX ALCALDE COMPARTIÓ CELDA CON RODOLFO OCAMPO EN LA PENAL DE PUENTE GRANDE
La imagen que porta César Coll Carabias en los últimos días es muy diferente a la de unos años atrás, cuando era titular de la Comisión Estatal del Agua (CEA). El viernes 23 de octubre es un día que seguramente no olvidará fácilmente; quizá nunca lo olvide…
La fotografía oficial que tomó el personal de la Fiscalía mostraba a un ex funcionario derrotado. De fondo, el logo del Gobierno del Estado y, en la parte central, un hombre con una expresión triste, casi sin mirar a la cámara, los labios doblados hacia abajo y los ojos caídos. Ese día, cuando lo detuvieron acusado supuestamente por malversación de recursos, traía puesta una chamarra azul con negro.
Hace unos años resultaba difícil imaginar a este personaje, que vestía corbatas y trajes, fotografiado como a un criminal.
El Huracán Patricia tocaría tierra ese viernes 23 de octubre; todo el estado, e incluso el Gobierno de la República, estaba con una agitación colectiva: las autoridades estaban ya en la costa, los ciudadanos de la Zona Metropolitana regresarían temprano a sus casas para resguardarse, medios de comunicación informaban a detalle sobre el suceso.
César Coll no volvería a su casa al final del día. Es más, el primer panista en llegar al Gobierno de Guadalajara, ni siquiera pudo salir de su casa ni hacer las actividades del día. Fue aprehendido a las siete y media de la mañana.
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La noche del martes 27 de octubre César Coll salió libre. La fianza pagada no eran tres ni cuatro millones como suponían en un principio los medios de comunicación. En total pagó 300 mil pesos. Una parte del dinero era el que él y su esposa, la ex regidora tapatía Maribel Alfeirán, tenían guardado; una cantidad más pequeña fue aportada por los amigos del panista.
Al día siguiente, aunque se le viera triste, decidió salir ante medios de comunicación. Explicar la situación desde su punto de vista y limpiar su honorabilidad era lo principal, no quedar con la imagen de un funcionario corrupto y menos cuando los dirigentes de Acción Nacional le han defendido.
Gustavo Macías Zambrano, líder del partido en Jalisco y Ricardo Anaya, presidente nacional del PAN, defendieron a César Coll mientras éste estuvo en la Penal de Puente Grande. Siempre acusaron que se trataba de una persecución política, de que se utilizaba la justicia con fines partidistas.
El miércoles César Coll llegó a las instalaciones del PAN Jalisco, donde ya le aguardaban decenas de medios de comunicación. Parecía uniformado con Zambrano: ambos con una camisa a cuadros, Coll de color rojo y Zambrano de color verde y un chaleco por encima.
Maribel Alfeirán se sentó en primera fila, en apoyo a su esposo.
La imagen de César Coll no difería mucho a la que tomaron en la Fiscalía. Estaba triste, se le notaba en el rostro y en los ojos, pero trataba de estar sereno. Iba mejor peinado, con lentes y levantaba la cabeza.
César Coll fue sorprendido a las siete y media de la mañana afuera de su casa. No pensaba que sería aprehendido y menos con un amparo que no le respetaron. Días antes, amigos panistas le adelantaron que había tres denuncias en su contra y le recomendaron ampararse. Así lo hizo, pero le sirvió para nada.
De su casa, así como estaba vestido, se lo llevaron a la Calle 14, donde van a parar todos los acusados de delincuentes. Su delito: desvío de recursos y aprovechamiento indebido de funciones.
Después, “muy eficientemente” le trasladaron a la Penal de Puente Grande junto con otros jóvenes que habían sido detenidos durante la noche.
El proceso para ingresar a la Penal, como reo, no es nada agradable, es un procedimiento muchas veces humillante para las personas, pero que debe cumplirse por seguridad e higiene.
Mientras Coll recuerda su ingreso a Puente Grande en rueda de prensa, habla con voz quebrada, a punto del sollozo. Y hasta baja la vista cuando expresa que es una experiencia que nunca pensó tendría que vivir. “Pero así son las cosas”, dijo.
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La situación de los reos en Puente Grande es difícil, “están clamando que se les ayude”, dice Coll, después de haber permanecido unos días adentro.
Él estuvo conviviendo al lado de varios muchachos, en un área tranquila, donde se veía a los presos organizados para sus actividades: tenían torneos de futbol y talleres manuales. “Ellos tratan de pasar, de estudiar, de leer”.
Le sorprendió ver a uno con gran habilidad para trabajar con la técnica artesanal del piteado. El día que llegó a la Penal, el viernes que arribó el Huracán Patricia a Jalisco, no estaba preparado para las lluvias ni para el frío.
Uno de los reos se quitó su chamarra y se la dio, porque le vio temblando de frío. Otro joven regresó a su celda y le entregó unos calcetines.
Públicamente, Coll agradeció a estos internos de la penal, que le mostraron apoyo y respeto a su persona, posiblemente haya sido lo único “positivo” de su detención y estancia en Puente Grande.
En 2013 se detuvo por desvío de recursos al ex titular del Sistema Intermunicipal de Agua Potable y Alcantarillado (SIAPA), Rodolfo Ocampo, también panista. En los días que estuvo César Coll en la penal, justamente compartió celda con Ocampo, quien ya cumplió dos años como reo.
Ocampo le habló un poco sobre la penal y sus reglas. A las ocho de la mañana, a las tres y a las seis de la tarde pasan lista de cada uno de los presos. Y a las nueve y media de la noche cierran las celdas y apagan la luz.
“Me puso al día para que yo supiera qué hacer y cómo conducirme”.
Coll ve optimista a Ocampo, pues tiene la esperanza de que este año o para principios de 2016 pueda salir libre.
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“Me interesa dejar muy en claro, yo nunca me he llevado ni un peso en ningún organismo que he estado. No hay proveedor ni contratista que pueda decir ‘tú me pediste dinero, me pediste un porcentaje’. Nunca en mi vida he tomado un peso ajeno”, se defiende Coll.
En los próximos días, junto con su abogado, analizará su proceder ante su situación jurídica. Su propósito se enfocará en demostrar su inocencia. Para él, hubo abuso de autoridad, por lo que analizará hasta interponer denuncia en Derechos Humanos.
Él ha dicho que nunca se ha escondido, que tiene 30 años viviendo en la misma casa –su esposa dice que es más tiempo– y que hasta entregó sus datos de contacto a la Contraloría y a la Auditoría Superior. “¿Por qué huir si no hice nada?”, apunta.
Los días que estuvo como preso en Puente Grande no los olvidará, pero es evidente que peleará para no volver a volver a pisar la penal nunca más.