EN 1968 EL PRESIDENTE DE LA FEG ERA ENRIQUE ALFARO ANGUIANO, PADRE DEL ACTUAL ALCALDE DE GUADALAJARA
Es muy fácil decir que fue la FEG, en 1968, la que reprimió en Jalisco cualquier intento de los estudiantes de la Universidad de Guadalajara por unirse al movimiento estudiantil que ese año se extendió desde la UNAM y el IPN hacia buena parte de las universidades públicas del resto del país.
Efectivamente, de forma vergonzosa y usando todos sus violentos medios, la FEG con el apoyo del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz y el gobierno jalisciense, se dedicó a golpear y ser el brazo represor contra los universitarios que con todo pundonor querían solidaridad hacia las justas demandas estudiantiles en un país donde la educación pública entonces, como ahora, sigue siendo un déficit que ha contribuido en buena medida a que muchos jóvenes rechazados o imposibilitados de estudiar por la premura económica hipotequen su futuro como delincuentes en busca del efímero placer del dinero.
El pasado viernes 2 de octubre en Guadalajara, en el paraninfo de la UdeG y ante Elena Poniatowska, que es una de las cronistas más conocidas de la matanza de Tlatelolco, José Alberto Galarza “El Rojo”, presidente de la FEU, reconoció el papel denigrante de los universitarios en 1968 y centró su crítica en la FEG, que a cambio de la represión recibió en 1971 el hoy demolido edificio Hermenegildo Romo García, en la colonia Miraflores.
Dijo El Rojo que por esa actuación, esa organización cavó su propia tumba política al dar la espalda a una movilización nacional que por vez primera puso en jaque al gobierno federal del PRI con millones de estudiantes enervados y pletóricos de un cambio que sigue sin llegar, por cierto.
“Por eso ese edificio ahora yace en ruinas”, dijo el presidente de la FEU, quien evitó ir más a fondo en un tema así de escabroso en una UdeG que también, como entonces, sigue perteneciendo hoy a un factótum, en este caso Raúl Padilla López quien es el cacique plenipotenciario desde 1989.
El señalamiento del Rojo sobre el papel violento de la FEG hacia los estudiantes y sumiso hacia el gobierno, parecería una crítica sana y un reconocimiento que desde hace mucho tendría que haber salido desde el interior de la UdeG, pero hay que tomar en cuenta por lo menos dos consideraciones.
En 1968 el presidente de la FEG era Enrique Alfaro Anguiano, padre del actual alcalde de Guadalajara Enrique Alfaro Ramírez, un declarado antagonista de Raúl Padilla.
La segunda, que la FEU, impulsada por Padilla, a principios de la década de los 90 se impuso como la organización estudiantil de cabecera de la UdeG sustituyendo a la FEG, que aunque todavía sobrevivió más de dos décadas, ya nunca logró recuperar la tutela estudiantil y menos las prebendas que en la década de los 60 y 70 le permitían ser una organización paramilitar francamente cercana a la delincuencia organizada, intocable y mimada desde el poder público.
Así que el discurso supuestamente autocrítico del Rojo para recordar la nulidad solidaria de los estudiantes jaliscienses en el 68, está teñido también de respeto y de resguardo hacia los intereses del grupo en el poder en raUldeG, el mismo al que él pertenece y que lo llevó a ocupar el cargo desde el cual, como sucedía antes con la FEG, podrá hacer su triple salto mortal hacia un buen hueso público en cuanto termine su periodo presidencial.